Apenas veinticuatro horas después del anuncio de que se le otorgaba el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, hablando desde Nueva York, en la voz de Norman Foster reverbera aún la satisfacción por este reconocimiento. "Me siento verdaderamente feliz de haber recibido este premio", afirma.
¿Lo esperaba?
En absoluto, por ese motivo se trata de algo mucho más especial.
Cuatro décadas dedicadas a la arquitectura, ¿cuál ha sido el impulso o ambición que ha conducido su carrera y que ha seguido persistiendo?
Nada se ha alterado a lo largo de este tiempo. El desafío de diseñar sigue resultándome igual de emocionante. Diseñar tiene como fin mejorar la calidad de nuestras vidas, sea diseñar un edificio, un puente, un mueble, el tirador de una puerta, la infraestructura de una ciudad, un parque... Todo es un acto consciente de diseño que podemos hacer bien o no, y lo que me ha motivado permanentemente ha sido el deseo de hacerlo bien en todo momento. Primordialmente se ha tratado de esa voluntad, no de la ambición de ganar dinero. El diseño incide sobre nosotros a diferentes niveles: material, emocional... El diseño arquitectónico incide sobre nuestro espíritu y nuestra vida cotidiana, y ésa es una visión que define mi propia actitud y la de mi equipo.
¿Siempre deseó ser arquitecto?
Me doy cuenta de que he estado interesado en la arquitectura incluso mucho tiempo antes de ser consciente de que era posible ser arquitecto. Dejé la escuela a los dieciséis años y hasta los veintiuno desempeñé diferentes oficios, pero recuerdo que mucho antes de comenzar a estudiar en la universidad de Manchester, y continuar luego en Yale, ya observaba edificios y me sentía inspirado por ellos.
¿Cuáles fueron sus referencias más tempranas?
Diferentes edificios, de diferentes épocas. Tengo multitud de recuerdos de juventud relacionados con edificios que observaba. Uno de los primeros edificios en los que trabajé fue el ayuntamiento de Manchester, un edificio realmente excelente de Alfred Waterhouse, y aprovechaba las horas del almuerzo para acercarme a ver edificios clásicos, como la Biblioteca John Rylands o edificios modernos. En la adolescencia me fascinaba la impresionante estructura de un radiotelescopio que descubrí en una localidad de Cheshire. Ya en el colegio, mi tema favorito era la historia de los edificios dentro de la asignatura de arte.
Perteneciente a una generación de entusiastas que concibieron la arquitectura como el cauce a través del que inventar mejores entornos para el ser humano, su figura y su obra han ido deviniendo paulatinamente en un modelo venerado en el que se materializa una imagen de arquitectura para el poder, antes que ser un referente trascendente y vigente para los arquitectos de hoy.
En este momento de crisis económica, ¿cómo puede intervenir la arquitectura como elemento para inspirar a economía y política?
Echando un vistazo a la historia, comprobaremos que periodos de recesión -y no me refiero sólo a la presente, yo puedo recordar unos cuantos- como la Gran Depresión produjeron algunas piezas arquitectónicas fundamentales, como el Rockefeller Center, el Empire State building...así como obras de infraestructura muy importantes. Indudablemente hay una diferencia entre los tipos de inversión que se hacen en época de crisis y los que se hacen en época de prosperidad, pero una recesión no significa que la vida se acabe.
Richard Rogers entonaba recientemente un mea culpa por los excesos de los últimos tiempos. Por el contrario, Zaha Hadid señalaba que la crisis no ponía fin al deseo de una arquitectura icónica. ¿Cuál es su opinión en este debate?
No soy economista ni pretendo serlo, pero en estos tiempos la confianza es un factor crucial. Éste es un momento para invertir, hay que ver este cómo un momento esperanzador. Nuestro edificio Hearst y la torre Swiss Re se construyeron inmediatamente tras el 11-S, y por entonces recibía llamadas de personas que me aseguraban que ya no volverían a levantarse edificios altos tras el 11-S, que nadie volvería a invertir en ellos. Y sucedió totalmente lo contrario, porque los edificios con el tiempo pueden comenzar a responder de una manera adecuada. En este momento estamos ganando concursos muy importantes porque hay gente que tiene el valor y la confianza para invertir, luchando contra la corriente.
¿Pertenecer a la elite arquitectónica implica trabajar desde la conciencia de la responsabilidad que supone influir sobre el statu quo de la arquitectura?
Me resulta algo difícil verme asociado a la idea de elite arquitectónica. Siempre nos han guiado las mismas convicciones y filosofía. Creo que al final la arquitectura es más lo que haces que lo que dices sobre ella.
La conversación telefónica concluye abrupta, pero cordialmente, en este punto, quedando algunas preguntas pendientes relativas a ese poder del gran arquitecto en el mundo global, cuestiones en las que Foster, como otros arquitectos en esa elite, prefiere no adentrarse en exceso, tal vez por la necesidad de proteger y mantener su discurso dentro de una adecuada neutralidad. Su constante y clara afirmación de que "los auténticos arquitectos siempre han trabajado para la gente, desde unos objetivos sociales muy potentes" sigue siendo el concepto en el que él mismo parece reconocerse mejor explicado.
Por: Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste
¿Lo esperaba?
En absoluto, por ese motivo se trata de algo mucho más especial.
Cuatro décadas dedicadas a la arquitectura, ¿cuál ha sido el impulso o ambición que ha conducido su carrera y que ha seguido persistiendo?
Nada se ha alterado a lo largo de este tiempo. El desafío de diseñar sigue resultándome igual de emocionante. Diseñar tiene como fin mejorar la calidad de nuestras vidas, sea diseñar un edificio, un puente, un mueble, el tirador de una puerta, la infraestructura de una ciudad, un parque... Todo es un acto consciente de diseño que podemos hacer bien o no, y lo que me ha motivado permanentemente ha sido el deseo de hacerlo bien en todo momento. Primordialmente se ha tratado de esa voluntad, no de la ambición de ganar dinero. El diseño incide sobre nosotros a diferentes niveles: material, emocional... El diseño arquitectónico incide sobre nuestro espíritu y nuestra vida cotidiana, y ésa es una visión que define mi propia actitud y la de mi equipo.
¿Siempre deseó ser arquitecto?
Me doy cuenta de que he estado interesado en la arquitectura incluso mucho tiempo antes de ser consciente de que era posible ser arquitecto. Dejé la escuela a los dieciséis años y hasta los veintiuno desempeñé diferentes oficios, pero recuerdo que mucho antes de comenzar a estudiar en la universidad de Manchester, y continuar luego en Yale, ya observaba edificios y me sentía inspirado por ellos.
¿Cuáles fueron sus referencias más tempranas?
Diferentes edificios, de diferentes épocas. Tengo multitud de recuerdos de juventud relacionados con edificios que observaba. Uno de los primeros edificios en los que trabajé fue el ayuntamiento de Manchester, un edificio realmente excelente de Alfred Waterhouse, y aprovechaba las horas del almuerzo para acercarme a ver edificios clásicos, como la Biblioteca John Rylands o edificios modernos. En la adolescencia me fascinaba la impresionante estructura de un radiotelescopio que descubrí en una localidad de Cheshire. Ya en el colegio, mi tema favorito era la historia de los edificios dentro de la asignatura de arte.
Perteneciente a una generación de entusiastas que concibieron la arquitectura como el cauce a través del que inventar mejores entornos para el ser humano, su figura y su obra han ido deviniendo paulatinamente en un modelo venerado en el que se materializa una imagen de arquitectura para el poder, antes que ser un referente trascendente y vigente para los arquitectos de hoy.
En este momento de crisis económica, ¿cómo puede intervenir la arquitectura como elemento para inspirar a economía y política?
Echando un vistazo a la historia, comprobaremos que periodos de recesión -y no me refiero sólo a la presente, yo puedo recordar unos cuantos- como la Gran Depresión produjeron algunas piezas arquitectónicas fundamentales, como el Rockefeller Center, el Empire State building...así como obras de infraestructura muy importantes. Indudablemente hay una diferencia entre los tipos de inversión que se hacen en época de crisis y los que se hacen en época de prosperidad, pero una recesión no significa que la vida se acabe.
Richard Rogers entonaba recientemente un mea culpa por los excesos de los últimos tiempos. Por el contrario, Zaha Hadid señalaba que la crisis no ponía fin al deseo de una arquitectura icónica. ¿Cuál es su opinión en este debate?
No soy economista ni pretendo serlo, pero en estos tiempos la confianza es un factor crucial. Éste es un momento para invertir, hay que ver este cómo un momento esperanzador. Nuestro edificio Hearst y la torre Swiss Re se construyeron inmediatamente tras el 11-S, y por entonces recibía llamadas de personas que me aseguraban que ya no volverían a levantarse edificios altos tras el 11-S, que nadie volvería a invertir en ellos. Y sucedió totalmente lo contrario, porque los edificios con el tiempo pueden comenzar a responder de una manera adecuada. En este momento estamos ganando concursos muy importantes porque hay gente que tiene el valor y la confianza para invertir, luchando contra la corriente.
¿Pertenecer a la elite arquitectónica implica trabajar desde la conciencia de la responsabilidad que supone influir sobre el statu quo de la arquitectura?
Me resulta algo difícil verme asociado a la idea de elite arquitectónica. Siempre nos han guiado las mismas convicciones y filosofía. Creo que al final la arquitectura es más lo que haces que lo que dices sobre ella.
La conversación telefónica concluye abrupta, pero cordialmente, en este punto, quedando algunas preguntas pendientes relativas a ese poder del gran arquitecto en el mundo global, cuestiones en las que Foster, como otros arquitectos en esa elite, prefiere no adentrarse en exceso, tal vez por la necesidad de proteger y mantener su discurso dentro de una adecuada neutralidad. Su constante y clara afirmación de que "los auténticos arquitectos siempre han trabajado para la gente, desde unos objetivos sociales muy potentes" sigue siendo el concepto en el que él mismo parece reconocerse mejor explicado.
Por: Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste
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