lunes, 21 de noviembre de 2011

Arquitectura y tradición desmontables

Fragmentar para reducir la presencia en el paisaje. Puede sonar a lógica deconstructivista, pero los muros de este almacén-taller no están disueltos. Sólidamente construidos con piedra del marés, la arenisca característica de Mallorca, reciclada de una antigua pocilga, esta caseta de aperos debía funcionar como un taller, servir para guardar herramientas y dar cobijo a dos coches y dos motos. El resultado es, en realidad, la suma de tres cubículos. Ahí está la primera fragmentación. Recuperar la piedra de marés es reutilizarla: no precisa proceso industrial o químico alguno. No genera residuos ni emisiones de CO2 y al levantar muros con el marés recuperado, el arquitecto Carles Oliver fragmentó de nuevo: empleó una motosierra para cortar la piedra. “El marés es un material muy blando y es fácil cortarlo así”, asegura. Además, en una obra de apenas 9 metros cuadrados de superficie, Oliver decidió realizar un trabajo coral. Más allá de delatar, y reutilizar, el pasado del lugar, el arquitecto dio voz al albañil que trabajaba con él. Miquel, es muré, “colocó muchas de las piedras tal y como las encontraba, sin cantear. Le parecía que quedaba rústico y, además, ahorraba trabajo”. Miquel y Carles estuvieron dos semanas levantando el taller que el arquitecto había diseñado en solo dos días.
image

Fabricaron las cubiertas a un agua con teja árabe sobre una estructura metálica. La puerta del taller es una antigua mesa de vidrio y las ventanas proceden de la edificación principal del terreno que quedó desmantelada. Las nuevas-viejas ventanas están ahora en la zona de la mesa de trabajo, ofrecen vistas a quien está dentro del taller y se ocupan de la ventilación cruzada. Un herrero de Felanitx también arrimó el hombro en este proyecto solidario con el lugar, la tradición y las profesiones: cedió chapas de acero galvanizado para resolver el forjado de hormigón. Las chapas están apoyadas sobre una viga de madera (perteneciente al forjado de una vivienda también desmontada).
Así, el coste de esta obra fue el de la mano de obra de un artesano-muré que, eso sí, conocía bien la tradición constructiva de la isla: la escasa dureza del marés o la fabricación del cemento mallorquín. El taller, en uso, no delata su programa ni el momento en el que ha sido construido. Ha elegido hablar con el lugar desde la tradición y con el tiempo desde la urgencia de reciclar. En medio del campo mallorquín, solo su generoso umbral delata que aquel montón de piedras no es una caseta de aperos.
ID1437_02B
Fuente:http://blogs.elpais.com

No hay comentarios: