miércoles, 25 de enero de 2012

Arquitectura de los sentidos

image
Juan Domingo Santos ha construido en Lanjarón, al sur de Sierra Nevada, un Museo del Agua que busca provocar sensaciones y, a la vez, preservar de la especulación urbanística esa zona del pueblo. El museo está ubicado en el antiguo matadero, junto al lavadero y rozando restos de molinos que aparecieron durante la obra, convirtiendo el momento de la construcción en un tiempo de descubrimiento y de investigación arqueológica. Pero hay más historia que la que brotó de los cimientos en el proyecto. Reciclaje, reutilización y referencias se combinan en los elementos que cosen el museo formando un recorrido que arranca en la sierra, en el río que da nombre al pueblo, bifurca las aguas para que éstas atraviesen el museo y las devuelve al cauce tras haber ralentizado su recorrido convirtiendo una parte del caudal en agua observada.

Más allá de recuperar los edificios existentes, en el antiguo patio entre los inmuebles, el arquitecto ha levantado una construcción de madera que, como un campanario o una columna, clava una marca en el paisaje. La marca es importante. Construye la identidad del museo. Anuncia su contenido sutil, y explica el tipo de arquitectura de los sentidos que se pretende desarrollar allí. Pero también lo es porque une los volúmenes existentes para que se lean como un único edificio. Así, ese pabellón-torre de madera es leve. Los tablones que lo construyen no tocan el suelo. Es una marca abstracta que encuentra referencia histórica a la cubierta del Manantial de la Capuchina, construida en el siglo XVIII para proteger el primer nacimiento de agua de Lanjarón.
Compitiendo en tacto con esa presencia, un pavimento de troncos de eucalipto (recogidos de los árboles vencidos por el viento) forra el suelo de la plaza de los naranjos, un espacio inundable donde concluye el recorrido del agua antes de que ésta regrese al río. Esa es la parte más visualmente táctil de todo el proyecto. Si en el interior del hito de madera la atmósfera era de recogimiento y penumbra, como de baño musulmán, las sensaciones que despierta este suelo tosco varían con el agua. Todo el  museo es un notable esfuerzo por tratar de explicar el agua con la sutileza, la fuerza y la transparencia del elemento.
La paradoja del proyecto, que consiguió el Gran Premio Enor de Arquitectura la semana pasada, es tener que recurrir a las imágenes para explicar la fuerza del agua. Aunque este dato podría ser una cuestión más museística que arquitectónica, sorprende que la pieza final, la que culmina un sutil recorrido por las acequias y el movimiento, termine en una proyección sobre un vidrio, aunque éste emerja del suelo inundado. Ante un edificio así uno no puede dejar de preguntarse hasta qué punto todo es museable. La pantalla de vidrio sobre la lámina de agua que sirve para proyectar imágenes del agua habla, pero ¿para qué proyectar una imagen de algo que se puede tocar?
082_Fernando Alda
Fuente:http://www.economiadigital.es

No hay comentarios: