LOS solapamientos entre las ciencias sociales y la arquitectura son ampliamente conocidos y la tradición intelectual de científicos sociales que escriben sobre arquitectura ha recibido apoyo recientemente tras la publicación de trabajos importantes (King, Saunders, Easterling, Sklair) que pretenden comprender el papel prominente de la arquitectura icónica en el desarrollo de ciudades globalizadas, con el propósito final de desvelar algunos de los rasgos más importantes del conjunto complejo de procesos al que llamamos globalización. The Taylorized Beauty of the Mechanical, del profesor de Wharton Mauro Guillén (un experto en teoría administrativa y organizacional), no es un libro sobre ciudades o globalización, aunque hace un aporte a trabajos que representan una coincidencia entre las ciencias sociales y la arquitectura. El libro examina los paralelismos entre la gestión o administración científica (scientific management) y la arquitectura en una variedad de países en Europa y las Américas entre 1890 y 1940, proporcionando una evaluación sistemática de las condiciones económicas, sociales y políticas que llevaron a los arquitectos a seguir un enfoque modernista en el diseño.
La argumentación principal del libro es que la influencia crucial ejercida por la ingeniería y la administración científica ayuda a explicar el ascenso de la arquitectura modernista. La idea general de la administración científica era la del orden (en realidad la trinidad de "unidad, orden, pureza"), la cual cautivó a los arquitectos modernistas porque les permitió tomar distancia del eclecticismo predominante y presentarse a sí mismos como organizadores, tecnócratas, que podían contribuir a disminuir los conflictos sociales y mejorar los estándares de vida. Los libros de historia documentan profusamente que los primeros arquitectos en comprender completamente el significado de la era industrial, de los nuevos métodos y materiales que esta ofrecía, fueron europeos. Ellos aprendieron ávidamente de la construcción industrial americana y de la administración científica, aplicando métodos de ingeniería a todo tipo de construcciones y diseños y llevando los nuevos principios hasta sus consecuencias estéticas más extremas. El modernismo fue una reacción en oposición a la imitación a los cánones y enfoques clásicos rescatados durante el Renacimiento. El modernismo en la arquitectura, sin embargo, fue más que una propuesta estética. Incluyó elementos ideológicos y técnicos. El modernismo europeo buscó lograr un orden por medio de una aplicación sistemática de metodología, estandarización, y planeamiento, adoptando la idea de la tecnología como árbitro social. Ideológicamente, el modernismo fue antitradicional, antiromántico, futurista y de alguna manera utópico.
El modernismo europeo adoptó la administración científica en parte porque los costos y la eficiencia fueron construidos social y políticamente como preocupaciones importantes. No obstante, el romance entre el modernismo y las ideas científicas organizacionales fue bastante más allá de las consideraciones económicas inmediatas, conduciendo a la formulación de una estética basada en la idea del orden, en la promesa de la eficiencia, y en la virtuosidad técnica. De hecho, el modernismo apuntó a democratizar el buen sentido artístico, haciéndolo asequible a la población en general, especialmente por medio de proyectos de vivienda, planificación urbana, y objetos de la vida cotidiana para uso en el hogar, la oficina, y la fábrica. El arquitecto debía dejar de ser un agente estético y convertirse en un reformista, debía tener en mente al usuario de la construcción más que al cliente o patrocinador; la arquitectura debía ser usada, no admitida o contemplada. Este ideal ha sido recientemente valorado muy positivamente por el historiador británico Eric Hobsbawm, quien lo considera la verdadera encarnación de la vanguardia en el arte.
Una de los aspectos más llamativos del libro de Guillén, aparte del valioso espectro de variación empírica ofrecido en el análisis de los casos de cada país, es que el autor apunta hacia un acercamiento multivariado a las causas que explican el asenso de la arquitectura modernista. De manera sensata, Guillén acepta argumentos de historiadores de la arquitectura y científicos sociales que afirman que la arquitectura modernista a) está modelada por condiciones materiales e intelectuales, y que por lo tanto el modernismo en la arquitectura necesita ser visto como una consecuencia de la industrialización mecanizada, de las nuevas formas, materiales (vidrio, acero, cemento...), técnicas, e ideas de la era industrial; b) responde a condiciones sociales y políticas, de manera que el modernismo fue el resultado de una preocupación por la reforma social que sucedió a la dislocación creada por la industrialización; c) emergió cuando los arquitectos gozaron de una medida de autonomía en relación a las presiones inmediatas del mercado de consumo masivo y gozaron de la subvención otorgada por firmas industriales y el Estado; d) debe ser vista principalmente como una profesión que se apoya en la afirmación de algún cuerpo de conocimiento abstracto; e) está basada en la visión del mundo y las técnicas que emergen de un modelo de ingeniería, el cual incluye a la administración científica como componente clave (argumentación que queda subrayada a lo largo del libro).
En un modelo que destaca a actores y prácticas más que metanarrativas socio-técnicas, Guillén argumenta que, en oposición a los principios mantenidos por muchos historiadores de la arquitectura y científicos sociales, ni la industrialización, ni la conmoción sociopolítica, ni las dinámicas de clase, pueden explicar completamente la emergencia transnacional de una arquitectura modernista. La aparición del modernismo en la arquitectura estuvo íntimamente ligada a la profesionalización de la arquitectura, la cual fue el resultado de enfrentamientos entre y dentro de grupos profesionales; en otras palabras, ingenieros contra arquitectos, y académicos contra arquitectos modernistas. La arquitectura se convirtió en una profesión independiente a fines del siglo XIX o a principios del siglo XX, dependiendo del país, y siempre después de que la ingeniería se consolidara como una profesión ligada a la industria y a los trabajos públicos. La reconstrucción modernista de la arquitectura conllevó a la adopción no solo de un conjunto nuevo de prácticas relacionadas con métodos estéticos de diseño y construcción, sino también con una nueva categoría de actores autorizados. El arquitecto legítimo ya no era un decorador de construcciones sino un organizador de vida, un experto instruido tanto en tecnología como en arte.
La arquitectura modernista se transformó en el centro gravitatorio de un área organizacional renovada y más compleja que incluía un número de actores e instituciones interactivas y altamente especializadas: escuelas profesionales de arquitectura, que enseñaban un currículo unificado de diseño y tecnología; asociaciones independientes de profesionales en arquitectura; compañías industriales y el Estado como patrocinadores; un número de ocupaciones de apoyo como topógrafos, delineantes, e ingenieros estructurales, entre otros; una gran variedad de firmas manufactureras proveedoras de materiales como acero, vidrio, y cemento o proveedoras de subsistemas especializados como ascensores o iluminación; subcontratadores de construcción que hacían trabajos bajo la coordinación del contratador principal; y el público, como espectador y usuario de las construcciones terminadas. La nueva ideología, métodos, y estética del modernismo arquitectónico se diseminaron triunfantemente después de la Segunda Guerra Mundial, tanto en Europa como en las Américas, bajo la influencia de la ingeniería americana y la administración científica.
La más importante contribución del modernismo fue cambiar la manera en que pensamos y experimentamos la arquitectura. Lo que es distintivo y manifiestamente "moderno" acerca la arquitectura modernista es la noción de que el arquitecto debe preocuparse de sí mismo y del usuario de la construcción (no del cliente), de la planificación y la eficiencia, y de mejorar las condiciones de vida y trabajo que le rodean. Dependiendo del país, diferentes fuerzas coincidieron en producir un modernismo en la arquitectura, incluyendo industrialización, trastornos sociopolíticos, dinámicas de clase, patrocinadores, y modelos educativos. Sin embargo, el común denominador para todos los países en los que el modernismo tuvo éxito como movimiento fue la influencia ejercida por la ingeniería y la administración científica en el proceso de educación y profesionalización de los arquitectos. A la vez, el impacto de la administración científica alrededor del mundo fue magnificado por la difusión de la propia arquitectura modernista.
Fuente:http://www.deia.com
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