martes, 8 de mayo de 2012

Reconstruir la arquitectura moderna

Nos quejamos de la falta de respeto por los edificios antiguos en la modernización de las ciudades, quizá sin tener en cuenta que los conjuntos urbanos más significativos de cada época se han construido sobre la demolición de la arquitectura preexistente.
MARÍA TITOS
La voluntad de estudiar los monumentos antiguos y recoger lecciones de estilo viene de lejos, amparada por la ética de la historiografía, la nostalgia de los nacionalismos y los tropiezos de los nuevos lenguajes de la «auténtica» antigüedad y del gusto popular. Pero la restauración y la protección no se afianzaron como condiciones prioritarias hasta mediados del siglo pasado, y aunque solo en unos cuantos países, seguramente los más «modernos» que son también los más conservadores.
Muchos jóvenes conductores de la modernidad sostienen que la única posición redentora para el urbanismo es limitarse a la reconstrucción, la reutilización, el reciclaje de lo existente y evitar el mesianismo de la modernidad optimista. Contaminada por el conservadurismo siempre presente en la arquitectura, la reutilización se ha impuesto incluso como un factor de sostenibilidad y, por tanto, como bandera de progreso social y económico. Y, naturalmente, en esta actitud hemos llegado al último capítulo: la restauración -también- de la arquitectura moderna, incluida la banalidad de los barrios sin estilo, como tema de las nuevas polémicas profesionales.
En Barcelona, ​​aparte de los saneamientos de los barrios centrales con el artificioso mantenimiento de las fachadas, se han hecho operaciones de cierto compromiso, como, por ejemplo, la reconstrucción del pabellón alemán de la Exposición de Barcelona del 29 (Mies van der Rohe ) y la del pabellón de la República de la Exposición de París del 37 (Sert). Aunque podríamos añadir las restauraciones de algunas obras de Domènech i Montaner, de Gaudí o de Jujol, hechas con mucho cuidado, pero, a menudo, con algunos errores neodecorativos que provienen de una equívoca reinterpretación de los tópicos ornamentales más que los tópicos constructivos.
Estos días han aparecido dos casos interesantes: la reconstrucción de una vivienda de la Casa Bloc (Sert, Torres y Subirana) y el descubrimiento de un trozo de jardín del viejo manicomio de Sant Boi que puede atribuirse provisionalmente a Gaudí.

La Casa Bloc fue la propuesta arquitectónica y urbanística más radical de la segunda República, amañada por los políticos de la autonomía y los jóvenes arquitectos del GATCPAC, todos preocupados por la casa obrera. El franquismo mutiló la forma y el contenido. A la muerte del dictador, se iniciaron unas rectificaciones y ahora se ha acabado la última, la más modesta pero la más útil para la historia de la arquitectura moderna. Los técnicos y los asesores del DHUB lo han hecho con un cuidado filológico impecable y con una firme intención descriptiva, porque han logrado explicar algunas aportaciones a la batalla internacional de la casa obrera. Es evidente el paralelo con la arquitectura social de la República de Weimer y otras experiencias centroeuropeas, pero ahora se adivinan unas diferencias que habían quedado anuladas por los clichés tan divulgados de la arquitectura funcional centroeuropea limpia, pulida y casi cinematográfica. Es una arquitectura que ya anticipa un gesto popular explícitamente pobre, primitivo, artesanal, lejos de la falsa elegancia de los procesos industriales. Se pueden encontrar nuevas reacciones realistas y fidelidades revolucionarias.
En Sant Boi se han descubierto los restos mutilados de un trozo de jardín alrededor de un lago difunto: un macizo de piedras y cemento, un puente, una glorieta en la cima, una gruta dedicada a la Virgen de Lourdes, vegetación rampante, bancos de trencadís. Una especie de pequeño Buttes Chaumont con muestras de arquitectura alocada, convertida en artesanía popular quizá por los mismos residentes del manicomio, ensayando terapias de convivencia. El arquitecto David Agulló lo ha estudiado y, aunque no haya ningún documento seguro, insiste en que puede ser una obra de Gaudí de 1912 o de unos colaboradores que lo usaran como taller de pruebas de estructuras y revestimientos en los años en que se construía el parque y la Colònia Güell, tan cerca esta última de Sant Boi. Se está tratando con una restauración preventiva para evitar el derrumbe. Aquí sí que habrá que aplicar los nuevos conocimientos de la restauración del moderno, porque no ha de ser un simple testimonio arqueológico ya que su modernidad requiere una interpretación útil y moderna. Es decir, hay un plan de reconstrucción del entorno y una subvención de los responsables del patrimonio. Arquitecto.
Fuente:http://www.elperiodico.com

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