lunes, 25 de junio de 2012

El arquitecto que soñó con la Luna

El arquitecto que soñó con la Luna
Plaza de Emilio Pérez Piñero
Dos motivos (hay más, ya los descubrirá) para poner rumbo con la familia a Calasparra. El primero, recordar al genial arquitecto Emilio Pérez Piñero, cuando se cumplen cuarenta años de su muerte; el segundo, recrearse en el paisaje de arrozales, en el comienzo de su efímero ciclo de esplendor. Desde la capital murciana, el camino más directo es por la autovía de Albacete hasta la Venta del Olivo para seguir por la comarcal 3314. Ya en el pueblo hay que dirigirse a El Molinico, un edificio protegido, con dos torres y que fue propiedad de los condes del Valle de San Juan, para comenzar la ruta. El singular inmueble renacentista alberga, además del archivo municipal, la Fundación Pérez Piñero, que se encarga de que el legado del arquitecto criado en Calasparra no caiga en el olvido. La institución conserva un pequeño museo (abre de martes a sábado por la mañana y la entrada es gratuita) donde contemplar su vanguardista obra, todavía plenamente actual.
No en vano, según cuentan, se ha barajado la posibilidad de emplear una de sus fantásticas estructuras desplegables para cubrir el yacimiento árabe de San Esteban, en Murcia. Emilio Pérez Piñero (1935-1972) destacó por sus cubiertas desmontables y sus pabellones transportables. Cuando todavía estudiaba 4º de carrera, en 1961, ganó su primer premio internacional por un teatro ambulante. Una fotografía de la época muestra cómo el arquitecto explica los detalles al duque del Edimburgo y esposo de la reina Isabel II.
Pese a su corta vida, su carrera fue fulgurante. De niño, se construía sus propios juguetes; de mayor soñó con llevar uno de sus montajes a la Luna, cuando la NASA pensó en él para levantar un invernadero en el satélite de la Tierra. La Armada de Estados Unidos también se fijó en la obra de Pérez Piñero para un proyecto en la Antártida. El genio calasparreño (premio Auguste Perret, el Nobel de la Arquitectura) además encandiló a otros artistas. Salvador Dalí lo fichó para construir la cúpula poliédrica de su museo de Figueras. Ésta es una de las escasas obras que se conservan. Y ni siquiera pudo terminarla; lo hizo su hermano José María. Emilio (un inventor a la altura de Isaac Peral y Juan de la Cierva) falleció el 8 de julio de 1972 en un accidente de tráfico cuando regresaba a Calasparra de una de sus visitas a Dalí. El excéntrico pintor sintió profundamente la pérdida de su amigo, al que calificó como «el gran genio de la arquitectura española».
De la sede de la fundación hay que dirigirse al centro de la localidad para seguir los pasos del arquitecto. En una esquina de la plaza de la Corredera, donde late el corazón del pueblo, con una gran carpa a modo de toldo, terrazas y una zona de juegos infantiles, se levanta el único inmueble, un bloque de pisos, que diseñó el arquitecto en Calasparra. Se distingue por su fachada de azulejo marrón y porque todavía hoy sigue siendo el edificio más alto de la ciudad. Dos calles más abajo, en la plaza que lleva el nombre del arquitecto, es posible contemplar una de sus famosas cubiertas metálicas, que realizó su hermano para rendirle homenaje.
Bajo esta cúpula se puede planificar el resto de la visita. En la oficina de turismo (ubicada en la Casa Granero, donde también está el museo del arroz) le facilitarán un plano en el que aparece una ruta urbana para conocer los principales monumentos en un paseo de poco más de dos kilómetros y apto para todos los públicos. Hay que pasar por la torre del Reloj, el edificio de la Encomienda, que guarda el museo arqueológico; la iglesia de San Pedro, el reconstruido castillo árabe y la iglesia de los Santos. Desde esta zona elevada del pueblo, se obtiene una vista de los arrozales que alfombran la vega calasparreña. Parecen espejos, sobre los que ya despuntan los primeros brotes verdes. Un paisaje refrescante que seguro sirvió de inspiración a Emilio Pérez Piñero. Qué pena que en el cuarenta aniversario de su fallecimiento, el silencio se cierna sobre este arquitecto y su obra, tan moderna que puede que todavía no le haya llegado su momento.
Fuente:http://www.laverdad.es

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