lunes, 4 de junio de 2012

No es la forma, es la estrategia

“Estrategia y no forma”. Así definen su proyecto en Olivenza (Badajoz) Daniel Jiménez y Jaime Olivera, de DJO Arquitectos. Los vecinos lo han bautizado como "el pedrusco", pero ya se acercan a jugar a su sombra. El barrio es residencial, pero no invita a vivir la calle. Y el edificio parece querer reparar ese urbanismo hecho con tiralíneas cediendo espacio y llevando el hormigón gris de sus fachadas hasta las alfombras pétreas, rayadas a mano, que tiende en el suelo para recibir a los visitantes. 
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Olivenza está levantada en una ladera de la sierra de Alor, una formación volcánica de piedra oscura y dura conocida como “mármol quemado” a la rinde tributo el inmueble. La villa ha vivido encerrada por una muralla y custodiada por un hacer de granito y cal.  Solo intervenciones recientes han fragmentado ese orden invadiendo el paisaje con viviendas de baja densidad. Rodeado de ese magma residencial y acompañado de otras torres (la del Castillo o las de San Jorge y San Benito) el nuevo edificio habla con el paisaje, con su fondo de roca oscura, con los volúmenes de las torres, con las tapias y hasta con los campos labrados. Habla y calla. El inmueble resulta a la vez escultórico y arraigado, críptico y contundente.
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“El CIT de Olivenza quiere ofrecerse como centro social local, abriendo su planta baja como un espacio público cedido al barrio”, explica Jiménez. Así, de la misma manera que el edificio quiere hablar de nuevas tecnologías, trata también de hablar del lugar. “Tocamos el suelo casi de puntillas, reduciendo al máximo la cimentación en un terreno poco favorable”, cuentan los arquitectos. Sin embargo, a pesar de esa voluntad de apenas rozar el suelo, el inmueble es casi un paisaje. Se presenta como una roca horadada que se abre al exterior de forma controlada. La planta baja, casi ciega pero permeable por los accesos que actúan también de umbráculos, invita al tacto, también a recorrer el edificio. Con esa decisión la arquitectura se transforma en un recipiente de sensaciones. La cercanía la ofrece el misterio, la textura y no la impone la geometría.
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“No es un monumento, ni un edificio institucional. No hay escalinatas, ni grandes vestíbulos ni zonas de pasos perdidos. Sí hay espacio, materia y luz”, resumen los arquitectos. Pero hay más cosas que no se ven: control energético y abundante aislamiento que genera inercia térmica. Hay instalaciones bioclimáticas que convierten el inmueble en casi autosuficiente: muros, suelo refrescante y radiante, ventilación continua, cubiertas ajardinadas, patios de luz y hasta aljibes. Así, el edificio busca comunicar la estrecha relación entre el hombre y sus actividades con la naturaleza y el medio. Los arquitectos proponen una resta rotunda: “quitar lo que sobra, quedarse en los huesos”. Y eso es estrategia, no forma, insisten.
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Fuente:http://blogs.elpais.com/

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