El edificio se sitúa en Burguillos del Cerro, un municipio del suroeste de Badajoz, muy cercano a la frontera con Portugal. El pueblo fue un importante asentamiento templario durante el siglo XIII donde llegaron a tener su propio Castillo, que continúa en pie dominando el paisaje desde prácticamente todas las calles, siendo una referencia para toda la población y para sus visitantes.
El encargo del Ayuntamiento consistía en reformar una antigua nave industrial, situada en la calle Juventud, en un espacio polivalente para las celebrar los carnavales, una fiesta con gran tradición en el municipio, que se hace una vez al año y que permitiría por tanto usar el edificio el resto del año para otros eventos culturales, desde reuniones públicas hasta actuaciones teatrales.
Cortesía de Gálvez & Algeciras
La nave existente es una construcción rectangular con estructura metálica de vigas sobre pilares, un volumen con escasa iluminación cuyo valor más característico es la ausencia de obstáculos en el interior. El entorno en el que se inserta el pabellón carece de rasgos identificativos, combina viviendas unifamiliares con naves industriales y constituye en el municipio una zona de paso durante el día hacia el mercado de abastos. La única referencia exterior es la del Castillo que domina en el horizonte.
Planta Secciones Alzado
Las decisiones proyectuales vienen condicionadas por el escaso presupuesto. Hacia el interior el pabellón adquiere una imagen porosa, se realizan aberturas de lucernarios , en referencia a la propuesta de Chillida para la el monte Tindaya o las intervenciones de Matta-Clark, se abren huecos en los paramentos para formar puertas y ventanas que permita el paso de luz natural y una mayor luminosidad al recinto para las actividades diurnas. La arquitectura porosa del pabellón consigue una atmósfera sutil. El espacio construido es una cueva artificial que se aísla del exterior, un entorno neutro que permite que surjan acontecimientos que lo llenen de color, como la fiesta del carnaval, sin interferencias externas y sin influir a su vez en el desarrollo de la vida en el exterior.
Cortesía de Gálvez & Algeciras
El pabellón no debe entenderse de forma aislada, sino a través del entorno existente. En vez de edulcorarlo o negarlo, entra en una confrontación para ponerlo en valor al mismo tiempo que lo revitaliza. Como un exabrupto o una llamada de atención para establecer nuevas condiciones de identidad, la doble piel de chapa metálica perforada viste al edificio tanto en el interior como en el exterior proporcionándole un nuevo traje, un disfraz que se coloca a cierta distancia de los “huesos” del edificio, dejando entrever las estructuras e instalaciones, en particular la iluminación, a la que se le ha querido dar un sentido especial tanto fuera como dentro del edificio.
Cortesía de Gálvez & Algeciras
La expresión exterior del pabellón es cerrada, no permite intuir el interior y busca un reflejo reconocible que le confiera identidad, un nuevo símbolo contemporáneo para el municipio a través de la reutilización de una imagen tan popular para sus habitantes como es la del Castillo. Una máscara de chapa metálica perforada con la imagen pixelada del Castillo cubre la totalidad de la superficie de la fachada, que mediante un sistema de retro iluminación sirve de “faro” por la noche para anunciar los días de eventos culturales en su interior.
Cortesía de Gálvez & Algeciras
Fuente:http://www.plataformaarquitectura.cl/
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