De los pliegues y los quiebros a las reutilizaciones y las reposiciones media un mundo. El mismo que separa las fundaciones de muchos partidos políticos de esta pequeña que administra el legado de María Esperanza Rubido Romero dedicado a continuar lo que ella hizo en vida: ayudar desde el anonimato, hacer el bien en el sentido inequívoco de la expresión.
El decálogo de la Fundación Rubido Romero podría servir también para una nueva arquitectura:
-Defender la dignidad y los derechos de los más desfavorecidos
-Promover actitudes sociales positivas hacia las personas con discapacidad
-Desarrollar programas y actividades para los más desfavorecidos…
Y así hasta 15 objetivos dispuestos a buscar alegría en el trabajo útil realizado para los demás. ¿En qué marco alojar esa vocación? Elisabeth Ábalo y Gonzalo Alonso recibieron el encargo de rehabilitar una construcción rural de Padín (A Coruña) para transformarla en sede de esta fundación. Tenían 120 metros y 245.000 euros de presupuesto. Era preciso sanear, acondicionar y rehabilitar. Para no exceder el presupuesto, y para no traicionar los objetivos de la fundación, era también necesario reutilizar todo el material posible de las antiguas cuadras. Partiendo de esa situación, los arquitectos elaboraron un vocabulario sanitario-arquitectónico que empezó limpiando y terminó respirando.
Así, Ábalo y Alonso cuentan que la rehabilitación consistió en “actuar con discreción”. También con decencia. Consolidaron los muros, repusieron la cubierta de teja y dotaron al centro de un aseo adaptado. Sanearon y pintaron de blanco el interior, entablaron algunos parámetros y, donde hizo falta, repusieron la carpintería de madera. También reutilizaron las vigas intermedias como soporte para la nueva iluminación de la sala de conferencias y la galería. Como novedad, el pavimento de granito no existía. Tampoco los remates de acero negro barnizado.
Más allá de un zaguán existente, que recibe a quienes visitan la fundación en tantos días lluviosos, en el acceso la altura alcanza cuatro metros al sumar las antiguas cuadras al primer piso. Sobre el volumen que ocupa el nuevo aseo, los arquitectos ubicaron un maquinaria de climatización y, finalmente, unificaron la chimenea de ventilación con el lucernario que la ilumina.
De este modo, este trabajo consistió no solo en reparar, también en preparar. Una intervención clara ha dejado un espacio flexible que favorecerá la posibilidad de que esta fundación se vaya definiendo a medida que vaya actuando gracias a la arquitectura sencilla y limpia de su sede.
Coste facilitado por los arquitectos: 900 euros por metro cuadrado.
Fuente:http://blogs.elpais.com/
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