lunes, 19 de octubre de 2009

Arquitectura, crisis y tecnocracia

Se abre una nueva etapa en la que volveremos a la ausencia de lo superfluo.

Manuel Fortea Luna.
Durante el año 2008 el sistema económico mundial sufre un espasmo repentino. Sus indicadores bajan a niveles alarmantes. Salen a flote las consecuencias perniciosas de los excesos. El sistema se resiente, se resquebraja, se tambalea, pero no colapsa. Un silencio potente y universal ha invadido todos los rincones del mercado mundial y el sistema ha dejado de crujir, de momento se ha petrificado. Esta inactivo, pero no muerto, No puede morirse, a todos los que estamos inmersos en él nos va la vida, moriríamos con él. El silencio universal conlleva el aguantar la respiración, pero la verdad es que esto no se puede prolongar por mucho tiempo. El sistema necesita ser reanimado, necesita revivir. Tras semejante percance es imposible reanudar la vitalidad en las mismas condiciones. Una crisis en la salud exige un período de convalecencia para superarla. Una crisis económica también exige un periodo de convalecencia para superarla.
En periodo de convaleciente cambian los hábitos, las costumbres, las rutinas, el diario. Cambian las prioridades. Las concernientes a rentabilidad, confortabilidad y bienestar han retrocedido dejándole el lugar en exclusiva a la estricta supervivencia.
La bonanza induce al derroche, la crisis a la austeridad. En tiempo de excesos no se repara en gastos de ninguna clase, ni de dinero ni de recursos. Todo vale y cuanto más mejor, aunque no sepamos exactamente para qué. Lo llamativo, lo espectacular, lo extraño, lo raro son las cualidades mas demandadas, y más valoradas. La adoración al becerro de oro.
El crack del 29 acabó con los locos años 20. Se puede decir que fue el germen del movimiento moderno en arquitectura. Los excesos de un errático escepticismo dieron paso a la racionalidad, a la ausencia de decoración, a la sinceridad constructiva, al 'menos es más'. La casa Domino de Le Corbusier ha sido durante décadas el vademécum del quehacer arquitectónico: un esqueleto de hormigón armado compuesto por zapatas, pilares y forjado; un cerramiento exterior independiente; y el resto relleno. Un movimiento cocinado y horneado en obras menores, de promotores particulares de pequeña y mediana dimensión.
La historia se repite con más frecuencia de la esperada y no sería extraño que aquí lo hiciera. Los excesos de un periodo de bonanza caracterizado en el campo arquitectónico por una sobreproducción, por un despilfarro de recursos, por un alejamiento de la racionalidad y por un desafío constante a un gran número de leyes naturales, se han terminado. Ya se puede certificar la defunción de esta forma de hacer arquitectura, a la que los historiadores le pondrán nombre en un futuro no muy lejano. Se abre una nueva etapa en la que volveremos al 'menos es mas', a la ausencia de lo superfluo, a la sinceridad constructiva, a la racionalidad, a un nuevo movimiento moderno con sus propias singularidades, de los que destacará singularmente la sostenibilidad. Una sostenibilidad ejecutiva y no declarativa. Una sostenibilidad real y no ficticia. Una sostenibilidad eficaz y no publicitaria. Una sostenibilidad convencida y no oportunista. Una sostenibilidad como beneficio y no como carga.
Hablando de energía, la solución no será dotar de producción propia con energías alternativas a edificios que exigen una gran demanda energética. La solución será diseñar edificios minorando su demanda energética con imaginación arquitectónica. La solución no será dotar a las viviendas con persianas eléctricas más un panel fotovoltaico para hacer funcionar las persianas. La solución será una nueva propuesta arquitectónica en la que no sea necesario accionar mecánicamente una persiana. El futuro inmediato demanda imaginación y no tecnología. Disponemos de la tecnología suficiente como para satisfacer todas nuestras necesidades físicas y mucho más. Socialmente no existe déficit tecnológico. No será la tecnocracia la que mejore los índices de satisfacción personal y colectiva.
A principios de este mes de julio se ha celebrado en Valencia el IV Congreso Nacional de Arquitectos. Durante tres días intensos una larga nómina de ponentes han ex puesto sus ideas, propuestas, inquietudes o visiones. Si tuviera que destilar tanto derroche expresivo en un pequeño tarro de esencia de conclusiones lo resumiría en estos dos mensajes. Un mensaje de los arquitectos a la sociedad: somos los que nos ocupamos de las condiciones del espacio vital donde se desarrolla la vida de las personas, aceptando que mejores condiciones de espacio implica mejores condiciones de vida. Un mensaje de la sociedad a los arquitectos: la sociedad no demanda arquitectos estrella, autores de piezas escasas y singulares. La sociedad demanda arquitectos 'de cabecera' que ayuden a mejorar el espacio vital de todos sus miembros, sin distinción de sexo, raza, religión, localización o medios.

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