El uso impropio del término "sostenible" lo está vaciando de significado, por lo que conviene recordar, y recuperar, su sentido original. El urbanismo ambientalmente sostenible se erige sobre tres áreas estrechamente interconectadas: la forma y el modelo de crecimiento de la ciudad, la movilidad y el transporte, y la edificación y actividades que alberga; y se dirige a limitar o reducir los consumos de recursos naturales y energías no renovables, los residuos de todo tipo, emisiones, impacto en la biodiversidad, etc., con la finalidad de asegurar una mejor calidad de vida, presente y futura, a todos los ciudadanos.
No se puede ignorar que en nuestra ciudad se están emprendiendo actuaciones de interés medioambiental; entre otras, algunas medidas de ahorro energético, la red de carriles ciclistas o las intervenciones en los barrios de la Zona Norte. Sin embargo, estos proyectos han sido concebidos desde una visión puntual o sectorial sin un enfoque estratégico que los enmarque y les de sentido.
El Ayuntamiento suele justificar el carácter innovador de la política local en materia medioambiental con tres actuaciones: un edificio público en la plaza América, parece ser que proyectado con criterios bioclimáticos; la Ciclovía dominical, y el tranvía. No es mucho bagaje como para calificar de sostenible a una ciudad. Además, frente a ellas se pueden oponer otras tres de difícil homologación como sostenibles: la nueva avenida de Denia sin carriles bus o plataforma reservada para el transporte público; las 13.500 viviendas de Rabassa, más el macrocentro comercial de Ikea, paradigma de la insostenibilidad ambiental desde innumerables puntos de vista , y las profundas carencias en el clima de diálogo social e intercultural en la ciudad, como se pone de manifiesto en la ausencia, prácticamente total, de participación pública en las decisiones que afectan a su futuro.
La Agenda 21, introducida en muchas ciudades desde finales de los noventa para reorientar en una dirección sostenible sus desarrollos sociales, económicos y espaciales, ha sido una experiencia que ha permitido a esas ciudades sentar las bases para la construcción de sólidas políticas ambientales. En Alicante, la Agenda 21 se implantó tarde y ha pasado desapercibida, tanto para los políticos locales ( del gobierno municipal y de la oposición) como para los ciudadanos.
Algunas ideas básicas para encauzar una política local medioambientalmente sostenible se dan a continuación de una manera muy sintética.
1. Es preciso disponer de indicadores de referencia que cuantifiquen el estado de diferentes variables ambientales para fijar objetivos a medio y largo plazo de una política ambiental municipal, de los que en este momento se carecen.
La estrategia Europa 2020 de la Unión fija entre sus objetivos en materia de clima y de energía lo que se denomina objetivo "20/20/20", que expresa que para el horizonte 2020 se propone alcanzar una reducción del 20% en el uso de la energía primaria, otro 20% en emisiones de CO2, y aumentar un 20% la participación en energías renovables. Aunque son objetivos a escala estatal se podrían aplicar perfectamente a ciudades como Alicante.
2. Las políticas locales deben contemplar escenarios futuros de cambio climático de efectos muy relevantes sobre nuestra ciudad, desde el aumento del nivel del mar a las fuertes sequías periódicas.
3. La introducción de facilidades ciclistas para la movilidad urbana no es una acción que, por sí misma, pueda ser calificada de sostenible si no va acompañada de medidas para limitar el uso del coche, lo que se conoce en otras ciudades, realmente innovadoras en materia ambiental, como políticas de "push and pull", consistentes en "empujar" fuera del espacio público a los coches, y "tirar" hacia dentro de los modos no motorizados y del transporte público.
4. En la Carta de Leipzig (2007) sobre Ciudades Europeas Sostenibles se recomienda el desarrollo de estrategias integradas que promuevan el buen gobierno y el dialogo social e intercultural. Aplicar estos principios a nuestra ciudad supondría cambiar radicalmente el modelo vigente de participación pública. La transparencia y la habilitación de cauces nuevos de comunicación del Ayuntamiento con los ciudadanos y con el tejido social, deberían de constituir una prioridad en una ciudad que alardea de innovadora. En este sentido, el caso de las basuras o el mismo Plan General, son dos ejemplos de cómo no deben gestionarse cuestiones que afectan al futuro de la ciudad y a su medio ambiente.
5. Un compromiso real y creíble de la ciudad de Alicante con una cultura de la sostenibilidad ambiental exige una reorganización de competencias municipales. En la actualidad, el discurso sobre la sostenibilidad se produce desde la concejalía de Atención Urbana, y no se sabe qué papel tiene la concejalía de Medio Ambiente, mientras que las de Urbanismo, Tráfico, y otras, toman decisiones, con total autonomía, que afectan directa o indirectamente a la calidad ambiental de la ciudad. La problemática medioambiental de una ciudad es una cuestión estructural y no de maquillaje, por lo que una política ambiental vigorosa exige una potente área de medio ambiente con medios y capacidad operativa para coordinar las competencias existentes en estos temas y lograr un mayor grado de eficacia en las políticas publicas. En cualquier caso, hay que insistir en que una política medioambiental coherente debe de abordarse a una escala territorial más amplia que el término municipal.
En resumen, un gobierno municipal que aspire a una planificación innovadora ambientalmente sostenible debe de empezar por entender que ésta no es, en esencia, una cuestión técnica, ni administrativa ni sectorial, está fundada en una mentalidad y en un compromiso ético con la naturaleza, con la ciudad y con los ciudadanos.
No se puede ignorar que en nuestra ciudad se están emprendiendo actuaciones de interés medioambiental; entre otras, algunas medidas de ahorro energético, la red de carriles ciclistas o las intervenciones en los barrios de la Zona Norte. Sin embargo, estos proyectos han sido concebidos desde una visión puntual o sectorial sin un enfoque estratégico que los enmarque y les de sentido.
El Ayuntamiento suele justificar el carácter innovador de la política local en materia medioambiental con tres actuaciones: un edificio público en la plaza América, parece ser que proyectado con criterios bioclimáticos; la Ciclovía dominical, y el tranvía. No es mucho bagaje como para calificar de sostenible a una ciudad. Además, frente a ellas se pueden oponer otras tres de difícil homologación como sostenibles: la nueva avenida de Denia sin carriles bus o plataforma reservada para el transporte público; las 13.500 viviendas de Rabassa, más el macrocentro comercial de Ikea, paradigma de la insostenibilidad ambiental desde innumerables puntos de vista , y las profundas carencias en el clima de diálogo social e intercultural en la ciudad, como se pone de manifiesto en la ausencia, prácticamente total, de participación pública en las decisiones que afectan a su futuro.
La Agenda 21, introducida en muchas ciudades desde finales de los noventa para reorientar en una dirección sostenible sus desarrollos sociales, económicos y espaciales, ha sido una experiencia que ha permitido a esas ciudades sentar las bases para la construcción de sólidas políticas ambientales. En Alicante, la Agenda 21 se implantó tarde y ha pasado desapercibida, tanto para los políticos locales ( del gobierno municipal y de la oposición) como para los ciudadanos.
Algunas ideas básicas para encauzar una política local medioambientalmente sostenible se dan a continuación de una manera muy sintética.
1. Es preciso disponer de indicadores de referencia que cuantifiquen el estado de diferentes variables ambientales para fijar objetivos a medio y largo plazo de una política ambiental municipal, de los que en este momento se carecen.
La estrategia Europa 2020 de la Unión fija entre sus objetivos en materia de clima y de energía lo que se denomina objetivo "20/20/20", que expresa que para el horizonte 2020 se propone alcanzar una reducción del 20% en el uso de la energía primaria, otro 20% en emisiones de CO2, y aumentar un 20% la participación en energías renovables. Aunque son objetivos a escala estatal se podrían aplicar perfectamente a ciudades como Alicante.
2. Las políticas locales deben contemplar escenarios futuros de cambio climático de efectos muy relevantes sobre nuestra ciudad, desde el aumento del nivel del mar a las fuertes sequías periódicas.
3. La introducción de facilidades ciclistas para la movilidad urbana no es una acción que, por sí misma, pueda ser calificada de sostenible si no va acompañada de medidas para limitar el uso del coche, lo que se conoce en otras ciudades, realmente innovadoras en materia ambiental, como políticas de "push and pull", consistentes en "empujar" fuera del espacio público a los coches, y "tirar" hacia dentro de los modos no motorizados y del transporte público.
4. En la Carta de Leipzig (2007) sobre Ciudades Europeas Sostenibles se recomienda el desarrollo de estrategias integradas que promuevan el buen gobierno y el dialogo social e intercultural. Aplicar estos principios a nuestra ciudad supondría cambiar radicalmente el modelo vigente de participación pública. La transparencia y la habilitación de cauces nuevos de comunicación del Ayuntamiento con los ciudadanos y con el tejido social, deberían de constituir una prioridad en una ciudad que alardea de innovadora. En este sentido, el caso de las basuras o el mismo Plan General, son dos ejemplos de cómo no deben gestionarse cuestiones que afectan al futuro de la ciudad y a su medio ambiente.
5. Un compromiso real y creíble de la ciudad de Alicante con una cultura de la sostenibilidad ambiental exige una reorganización de competencias municipales. En la actualidad, el discurso sobre la sostenibilidad se produce desde la concejalía de Atención Urbana, y no se sabe qué papel tiene la concejalía de Medio Ambiente, mientras que las de Urbanismo, Tráfico, y otras, toman decisiones, con total autonomía, que afectan directa o indirectamente a la calidad ambiental de la ciudad. La problemática medioambiental de una ciudad es una cuestión estructural y no de maquillaje, por lo que una política ambiental vigorosa exige una potente área de medio ambiente con medios y capacidad operativa para coordinar las competencias existentes en estos temas y lograr un mayor grado de eficacia en las políticas publicas. En cualquier caso, hay que insistir en que una política medioambiental coherente debe de abordarse a una escala territorial más amplia que el término municipal.
En resumen, un gobierno municipal que aspire a una planificación innovadora ambientalmente sostenible debe de empezar por entender que ésta no es, en esencia, una cuestión técnica, ni administrativa ni sectorial, está fundada en una mentalidad y en un compromiso ético con la naturaleza, con la ciudad y con los ciudadanos.
Fuente: http://www.diarioinformacion.com
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