jueves, 29 de septiembre de 2011

Clásicos de Arquitectura: Casa-Estudio Luis Barragán / Luis Barragán

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La Casa Luis Barragán, diseñada por Luis Barragán y construida en 1948, es una de las obras arquitectónicas contemporáneas de mayor trascendencia en el contexto internacional. Es una obra que, perteneciendo al desarrollo del movimiento moderno, integra en una nueva síntesis elementos tradicionales y vernáculos, así como diversas corrientes filosóficas y artísticas de todos los tiempos. La influencia de Luis Barragán en la arquitectura mundial sigue creciendo, y su casa, conservada con fidelidad tal como la habitó su autor hasta su muerte en 1988, es uno de los sitios más visitados en la ciudad de México por los arquitectos y los conocedores de arte de todo el mundo.
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La casa estudio de Luis Barragán se ubica en la calle de General Francisco Ramírez, en la Ciudad de México. La elección de esta pequeña calle en el antiguo barrio de Tacubaya es, por sí misma, una de las primeras declaraciones en el manifiesto de esta obra. Se habla de un barrio popular que, a pesar de las presiones del desarrollo urbano, hoy lucha por conservar algo de su carácter singular.
El barrio estaba constituido por modestas casas de pequeña escala y por la tipología tradicional de la vivienda popular colectiva en la ciudad de México: la vecindad. Complementan este contexto la cercanía de los talleres de oficios, las tiendas de abarrotes, las distribuidoras de materiales de construcción y las fondas.
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En esta casa procuró desarrollar un ambiente exclusivamente de su gusto personal, incluyendo en su diseño rasgos tanto de la arquitectura popular como de los antiguos conventos de México, y a la vez una expresión de la arquitectura contemporánea. Su planta se divide en espacios muy distintos entre sí, pero manteniendo una coherencia entre el todo y sus partes.
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La portería, se distingue por entregar una sensación de límite entre la casa y la calle. Este pequeño acceso tiene una luz teñida por un vidrio amarillo, como manera de reinterpretar un espacio tradicional. La portería funciona como un lugar de espera y, al mismo tiempo, como un espacio donde se preparan los sentidos. Estos son puestos en un estado expectante por la acción directa de una paleta de materiales precisa, escasa en variantes, pero generosa con ellos: madera, piedra y muros encalados.
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Por otra parte, el vestíbulo, una segunda puerta, separa la portería de la luz intensa del vestíbulo, que es elaborada por un mecanismo de reflejos. Desde el plano amarillo del exterior, la luz incide sobre una superficie dorada y se refleja después sobre los muros pintados color rosa. La experiencia cromática también puede ser leída como una secuencia complementaria. De esta manera el amarillo de la portería satura la pupila para recibir al color rosa que es, a su vez, preparación y catálisis, si es que abrimos una puerta más y nos asomamos hacia la ventana del comedor que tiene el fondo verde intenso y sombreado del jardín.
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Ascendiendo por una rampa, tras el muro, se llega a un segundo espacio sobre el vestíbulo donde se encuentra un vestidor separado visualmente por muros que no alcanzan el techo, dándolse continuidad a toda la altura. Es un espacio fluido y moderno.
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La transición hacia la estancia-biblioteca se logra con recursos que serán constantes a lo largo del recorrido. Un acento de escala, a manera de contracción, su consecuente sombra y el movimiento, nunca frontal ni directo, sino obligado a una directriz quebrada que concluye con una nueva dilatación del espacio, el aire y la luz. La fachada poniente de la casa se distingue de la impenetrable fachada hacia la calle no sólo por su proporción de vanos, sino también en su concepción como un mecanismo de diálogo de la casa con su jardín.
Este es el caso de la gran ventana en la estancia. A través de esta fachada la naturaleza tiene una constante relación con lo que sucede al exterior. Frente al jardín se encuentra la estancia. Otra vez los materiales industriales están ausentes en el diseño de los objetos cotidianos. Sólo tenemos madera maciza, piel, fibras vegetales y lanas.
© Cortesía de Casa Luis Barragán
Este espacio de doble altura, la Biblioteca, se divide en recintos conformados mediante la introducción de varios muros a media altura. Entre los dos planos blancos a media altura, se conforma un lugar de trabajo para la biblioteca donde se resguarda una mesa de madera gruesa. Este rincón de muros bajos vuelve a aparecer tangencial a un recorrido que comienza a trazarse, ahora en espiral, hasta encontrarse de frente con la célebre escalera de tablones en cantiliber.  Aquí se ha propuesto una síntesis mínima de la escalera que nace del mismo material de la puerta hacia la que se dirige, en un solo gesto plástico.
© Usuario de Flickr: LrBln
Por otra parte se encuentran el comedor y desayunador, desde el comedor se logra desprender la vegetación del suelo para añadir un color más en la composición.  En el desayunador la ventana se eleva una vez más y ya no tiene una posición frontal generosa. El jardín se presenta entonces como una fuga superior de la perspectiva, en el lugar más íntimo de la casa, donde hay que resguardar la mirada entre los muros. En la cocina, amplia y bien iluminada, el jardín aparece sólo al abrir la puerta. Los vidrios translúcidos denotan aquí una jerarquía de ventana muy distinta a las antes descritas.
La habitación de huéspedes y las otras dos habitaciones de este segundo nivel tienen como denominador común su espíritu monacal, no sólo por la economía de recursos con la que están resueltas, sino incluso por la selección del mobiliario y las texturas. En ninguna de estas habitaciones aparece, como no lo ha hecho en toda la casa, a excepción del desayunador, una luz artificial y homogénea.
© Usuario de Flickr: LrBln
En la segunda planta la vista del jardín está reservada para la habitación del arquitecto y la habitación de tarde. A estas se accede por una nueva válvula espacial, ahora amarilla, que concentra la luz de la mañana proveniente del vestíbulo hasta llevarla al interior de las recámaras.
El vestidor es un lugar al igual que el vestíbulo tiene una compleja y fluida espacialidad. El vestidor es la invitación a descubrir la terraza pasando a través de una hendidura vertical, un sólido de luz amarilla por el que apenas asoman tres escalones de madera cuyas dimensiones sugieren un ascenso meditativo, solitario.

© Cortesía de Casa Luis Barragán
Finalmente la terraza es una composición abstracta de paramentos desnudos que funcionaron como laboratorio cromático y cuya función arquitectónica es a la vez evocadora e insólita. En la terraza es donde sucede el desenlace de la compleja construcción espacial y poética de la casa.
A partir de un simple barandal de madera que permitía la vista hacia el jardín, los muros perimetrales fueron elevados hasta la completa introspección. Por otro lado, las múltiples variaciones cromáticas que se registran dejan pistas de la exploración que Barragán hace sobre la interacción del color con los espacios construidos. La búsqueda de los orígenes desde los cuales la terraza ha evolucionado se vuelve múltiple: pueden encontrarse en la tradición musulmana de habitar los techos o en esos lugares abiertos por excelencia al acontecimiento urbano y hasta en el concepto anunciado por Le Corbusier de la quinta fachada moderna.
Cortes
Arquitecto: Luis Barragán
Ubicación: Calle General Francisco Ramírez, Ciudad de México, México
Año Proyecto: 1948
Referencias: Casa Luis Barragán
Fotografías: Cortesía de Casa Luis Barragán, Usuario de Flickr: LrBln, picacch, Omar Omar,
Fuente: http://www.plataformaarquitectura.cl

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