El arquitecto y técnico urbanista Arturo Gutiérrez de Terán, director de la Fundación de Estudios Calidad Edificación Asturias (FECEA), considera urgente que la construcción se ciña a los preceptos de ahorro y de eficiencia energética, para adaptarse a las exigencias de Kyoto y de las directivas europeas en la materia. Y tanto en lo que respecta a la nueva edificación como a las viviendas ya en uso. El que fuera consejero de Urbanismo y Ordenación del Territorio de Pedro de Silva, que ha volcado su larga experiencia profesional en el reciente libro «Guía para el diseño de edificios de viviendas sostenibles del Principado de Asturias», subraya que los propios sistemas constructivos pueden reducir extraordinariamente la necesidad energética. En materia de rehabilitación, Gutiérrez de Terán sostiene que, con una intervención «elemental», se puede rebajar el consumo de los pisos del 30 al 50 por ciento.
-Vivienda sostenible, rehabilitación energética... ¿De qué punto partimos?
-España firmó el Protocolo de Kyoto, pero ha sido denunciada por sus incumplimientos sobre rehabilitación energética de edificios. El sector se ha centrado demasiado en la nueva construcción y por ahí no podemos seguir. La directiva comunitaria dice que para 2018 todos los edificios públicos de la UE tendrán que tener un consumo casi nulo de energía, y el resto en 2020. El reto es importante. De media, el 40% de la energía que se consume ahora en Europa proviene de la edificación.
-¿Cómo se logra ese objetivo?
-La edificación es capaz de incorporar energías renovables desde el punto de vista más tecnológico, con aparatos que hacen que el consumo sea menor, como las placas solares, por poner un ejemplo. Pero lo más importante es que los propios sistemas constructivos tienen capacidad para reducir de manera extraordinaria la necesidad energética. La edificación puede ser una excelente energía renovable, por pasiva, mientras que los aparatos lo serían por activa.
-¿Resulta viable?
-Podemos hacer edificios sin consumo energético o con un consumo muy bajo y que sean económicamente aceptables. El posible encarecimiento resulta absorbible y, además, puede haber abaratamientos gracias el uso de determinados materiales. Cuando hablo de abaratamientos me refiero a la vida del edificio, que no es lo mismo que al coste de entrada. Al que promueve le sale algo más caro y al que vive le acaba saliendo bastante más barato. En el piso, el sobrecoste habría que imputarlo al precio inicial, pero en el futuro se va a decir: este edificio consume un treinta por ciento menos y usted, en consecuencia, va a pagar un treinta por ciento menos de su bolsillo. Si los planes de urbanismo nos permiten hacer viviendas con orientación única, sin ventilación cruzada, y con orientación mala, consumo más energía. Si la orientación es al mediodía, el sol es excesivo. Pero si cruzo la ventilación ahorro energía, aumenta el confort, la salubridad de la vivienda y, por tanto, la salud de quienes la habitan. También concedo un importante peso al usuario, que debe de hacer un buen uso de la vivienda, ventilándola bien aunque sea poco tiempo...
-¿Y qué hacemos con los edificios ya levantados?
-La media en Europa es que se utilice aproximadamente el 50% de la inversión para estos fines en edificios ya construidos, en los cuales se está introduciendo la rehabilitación energética, que es por lo que España fue denunciada. Ahora bien, hay lugares, como Zaragoza, donde se ha avanzado y se están haciendo planes concretos de rehabilitación energética por barrios. También están preocupados por estos temas en Navarra, el País Vasco, Cataluña, Valencia e, incluso, Madrid, aunque lo hace con un modelo de edificio por edificio, sin políticas de barrios.
-¿Mejor por barrios?
-No es lo mismo actuar sobre mil viviendas que en un edificio de veinte. La tendencia es rehabilitar barrios. Además, se puede aprovechar para lograr la mejora de las condiciones acústicas, ambientales o estéticas.
-¿Cómo afecta el desarrollo urbano?
-En un mundo finito no podemos pretender que el crecimiento sea infinito o ilimitado. ¿Hay energía no renovable para todos? No. Por eso hay que transformar a la ciudad en un gran potencial de energía renovable. Con políticas de planeamiento adecuadas podremos reducir el consumo energético y las emisiones contaminantes. No es ideología. Es ciencia, técnica y sentido común.
-¿Está concienciado el sector?
-La ciencia y la técnica nos dicen que es posible, pero los políticos y los responsables de la promoción tienen tendencia a funcionar como se vino haciendo hasta ahora. Es un sector al que le cuesta mucho trabajo cambiar, pero eso también le pasa a la sociedad. El cambio tiene que ser asimilado por quien promueve y por quien construye. Necesitamos rehabilitarnos a nosotros mismos.
-¿Hay estudios concretos para Asturias?
-Estamos estudiando un barrio desde el punto de vista teórico, pero que existe en la realidad, aunque me reservo el nombre. Está en el orden de las 1.300 o 1.500 viviendas. Vamos a ver, al menos sobre el papel, qué se puede hacer, por cuánto dinero y qué reducción de consumo energético y de emisiones tenemos. Con unas intervenciones bastante elementales se puede reducir el 30, el 40 o el 50% el consumo.
-¿Cómo acoge la sociedad estos procesos?
-Los vecinos, al principio, se muestran poco atentos a estas iniciativas, pero cuando van tomando conciencia de las ventajas que pueden tener, cambian. Además, Europa tiene ayudas y España, también. Tampoco hay que ser talibán. Debe hacerse todo con sentido común y al ritmo que sea adecuado, pero no debemos desaprovechar, en un momento de crisis en el que no hay apenas promoción nueva, que se abra un mercado interesante en rehabilitación, por el camino de la inspección técnica de edificios y por el de la rehabilitación energética. Hay que ir cambiando lo esencial. Los que proyectamos y concebimos los edificios y los planes de urbanismo somos los primeros que debemos ponernos las pilas, pero sirve de poco si no nos ayuda quien promueve o las administraciones, con mejoras fiscales, subvenciones o crédito blandos...
-¿Resulta útil la legislación actual?
-Se ha quedado obsoleta y exige una renovación, con nuevos fines y nuevos objetivos, no sólo de crecimiento. Necesitaremos algo de crecimiento, pero también revitalizar áreas más degradadas, por ejemplo.
-¿Cómo afecta el clima de Asturias al diseño de edificios sostenibles energéticamente?
-Las investigaciones se centran más en los climas extremos. Nos falta investigar para precisar más qué tenemos que hacer en el nuestro. Por eso la guía que hemos sacado está pensada para Asturias, aunque también podría servir para Cantabria, Galicia, País Vasco y, probablemente, para el resto del Arco Atlántico. Me gustaría que nos reuniéramos, desde un punto de vista técnico al menos, los responsables de toda esta zona y saber qué conocemos de nosotros mismos y qué podemos hacer para no andar inventando de forma dispersa.
-Área central de Asturias. ¿Lo estamos haciendo bien?
-No. No estamos estudiando las enormes potencialidades que se derivarían de presentarnos ante el mundo como una ciudad de 800.000 habitantes, con todos los ayuntamientos y con la mayoría de las competencias que tienen ahora. El resultado es malo para todos. Un ejemplo: tenemos más centros comerciales de la cuenta, hay algunos que lo están pasando mal y se ha matado al comercio local. Combinar los diversos intereses es fundamental. Pongámonos de acuerdo en aquellos en lo que coincidamos y dejemos las diferencias. Se trataría de establecer una constitución para el área central, unas reglas del juego, pero sin crear una estructura intermedia administrativa, aunque la iniciativa corresponda a la autonomía, que tiene que dominar la situación, con los municipios y con la Administración central, que tiene mucho que hacer. Ahí está la «Y», sin ir más lejos.
-¿A qué se refiere?
-Me tocó estar en el Ministerio de la Vivienda y ser ponente en la comisión provincial de urbanismo cuando se planteó la autopista. El responsable del Estado decía que no hacía falta, que bastaba con mejorar las carreterucas que había entonces. Se abrió un debate positivo y en 1975, cuatro años después, la «Y» estaba finalizada. ¿Por qué? Porque hubo voluntad política. Pero esa autopista se pensó para articular la Asturias central, que iba a ser un polo de desarrollo y necesitaba un nuevo urbanismo. Se pensó para hacer un gran complejo metropolitano. Todo se vino abajo cuando las autonomías logran las competencias en ordenación del territorio y tienen miedo a las estructuras que se habían creado en Barcelona, en Madrid, o en el gran Bilbao. Aquí no se llegó a crear, pero de facto la estamos construyendo. Esa «Y» construida para nosotros se ha transformado en un problema de carreteras del Estado. ¿Por qué lo hemos permitido? Se ha transformado en Autovía del Cantábrico por un lado, y en la Ruta de la Plaza por otro. Oiga, no. Esa es una carretera para nuestro funcionamiento.
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