lunes, 11 de febrero de 2013

Arquitectura vitivinícola moderna en Franconia

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En lugar de dejar que sus caldos se añejen en sótanos oscuros, el vinicultor Horst Sauer exhibe sus Silvaner, sus Riesling, sus Pinot Blanc, sus Borgoña y sus Müller-Thurgau en luminosas vitrinas. ¿Para qué esconder el motivo de su orgullo? A Sauer le interesa que se sepa que en sus viñedos se cosechan las Silvaner azules, una variedad de uvas rara en Franconia. En esta región de los Länder alemanes de Baviera, Baden-Wurtemberg y Turingia se elaboran vinos desde hace más de un milenio y, hasta hace algunos años, éstos sólo podían degustarse en bodegas húmedas y sombrías como la boca de un lobo.
En la fábrica de Sauer, todo está de cabeza: la bodega de vinos se encuentra arriba, en el segundo piso...
Aún durante el día era necesario encender las luces para que los visitantes pudieran reconocer el contenido de sus copas. Pero Sauer, quien proviene de una familia de vinicultores, decidió romper con la tradición de elaborar caldos a oscuras. La arquitectura de su fábrica es una excepción en el paisaje de Franconia: clara, radiante y contemporánea. “Yo siempre quise trabajar en un edificio que me hiciera sentir bien, con una arquitectura sencilla, tanto adentro como puertas afuera”, comenta el empresario de 57 años.
Hasta hace algunos años, los vinos sólo podían degustarse en sótanos húmedos y sombríos.
En la fábrica de Sauer, ubicada en la localidad francona de Volkach, todo está de cabeza: las uvas que llegan de los viñedos se depositan brevemente en la tercera planta; en el segundo piso se encuentra la bodega de vinos y, en la planta baja, la tienda y la “cámara de los tesoros” con las rarezas vinícolas. Como Sauer, también Rainer Müller, director de la empresa Max Müller, renovó su base de operaciones y obtuvo una respuesta positiva de sus clientes. La arquitectura moderna parece ser buena para los negocios; que lo digan los arquitectos…
Michael Coridaß, de la Cámara de Arquitectos de Renania-Palatinado: “Ya no basta producir buenos vinos”.
“Ya no basta producir buenos vinos”, asegura Michael Coridaß, director ejecutivo de la Cámara de Arquitectos del Estado federado de Renania-Palatinado; él no tiene temor de acercarse a los vitivinicultores para persuadirlos de que un caldo extraordinario se vende más fácilmente en un edificio igualmente extraordinario. Ludwig Knoll, heredero de la familia que viene cultivando el viñedo Weingut am Stein en Wurzburgo desde hace cinco generaciones, invirtió mucho dinero en una de las construcciones más conspicuas de Franconia.
Los rasgos de la fábrica de Knoll reflejan el carácter del vino que él produce y de la región que le da sus uvas. La nueva era de la arquitectura vitivinícola comenzó en la década de los ochenta, cuando los productores de Francia y el Valle de Napa, California, se dispusieron a alterar la percepción que predominaba en el mercado de cara a los caldos. Su lema: el vino no es sólo una bebida alcohólica; el vino es cultura y la promoción del vino como un bien cultural debe ser impulsado por los elementos que lo rodean, incluida la arquitectura.
Autores: Claudia Schuh / Evan Romero-Castillo
Editor: Enrique López
Fuente:http://www.dw.de/

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