© Dan Gamboa Bohorquez
A mediados del Siglo XX en el corazón de la ciudad de Bogotá, se gestaba uno de los mayores hitos arquitectónicos en la historia de esta ciudad. Para ese entonces Luis Ángel Arango, gerente del Banco de la República comienza a gestionar una biblioteca que contenga la colección de libros que el banco había estado adquiriendo en 30 años y que seguía creciendo. Es entonces que aparece en escena la firma Esguerra Sáenz y Samper a quienes se les adjudica el diseño de este espacio, creado en varias etapas durante un marco de veinte años.
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Germán Samper es una de las mentes más frescas del país a pesar de su avanzada edad. Por mucho que pasen los años, es posible evidenciar con gran destreza como su genio es hoy tan vigente como hace medio siglo y justamente es la Biblioteca Luis Ángel Arango una muestra de la plástica, el incruste urbano y el respeto por la escala que tanto caracterizan a este arquitecto.
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En un área de 7.200 metros cuadrados en el corazón del centro histórico, emerge un particular volumen en cuya sobriedad radica su atemporalidad. Germán Samper decide responderle a la ciudad con materiales nobles como la madera y el mármol sin sobrepasar la altura de las edificaciones cercanas, respetando siempre las masas circundantes. La biblioteca consta de un cuerpo denso que pareciera flotar en la pendiente del terreno, generando espacio público bajo este a medida que la inclinación se pronuncia. El vidrio, heredero y testigo del espíritu de la época modernista, es el agente protagonista en este vuelo volumétrico así como en las diferentes superficies que entrecortan el volumen inicial mediante techos planos e inclinados para iluminar los espacios internos. Este es un ítem importante ya que Germán Samper no sólo piensa en la gestación de cuatro fachadas para un entorno inmediato sino que contempla la volumetría de las cubiertas como una quinta fachada que permita integrarse con los techos inclinados de las casas republicanas y coloniales mientras el proyecto sea percibido desde los cerros circundantes a la ciudad.
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Como visitante recurrente a la biblioteca podría describirla como una exploración de espacios definidos por las concentraciones y/o orientaciones lumínicas pensadas con propósito. Cada recinto tiene una personalidad distinta y cada espacio pretende otorgarle al visitante una lectura diferente, dejando atrás la monotonía prejuiciosa que pudiera comunicar la palabra “biblioteca”; es por eso que el proyecto podría entenderse como una “biblioteca de espacios”.
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Al entrar a la biblioteca el visitante puede tener dos opciones de lectura: o bien sea ir “al grano” por la escalinata de acceso a las salas de lecturas, intercomunicadas por puentes y escaleras o dirigirse al módulo de información que integra los diferentes espacios activos de la biblioteca. Este módulo de información es justamente uno de los espacios más característicos, constando de un volumen que parece gestarse desde el mismo suelo, desprendiéndose de cualquier sensación grávida gracias a las dilataciones hechas en el techo y al uso quirúrgico de la iluminación. Más allá del módulo de información se encuentran las oficinas de atención al usuario y después entrando a un gran vacío, se encuentra la cafetería y unas pequeñas salas de lectura múltiple desde donde se pueden contemplar todas las circulaciones de las salas de lectura, abalanzándose sobre un vacío de más de cuatro pisos de altura. Todo este espacio se encuentra custodiado por una cubierta de vidrio inclinada hacia el norte cuya iluminación alcanza a penetrar todos los niveles del proyecto.
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Para acceder a las salas de lectura solo hay que continuar por la escalinata planteada desde la entrada misma a la biblioteca y continuar por las circulaciones albergadas bajo la gran cubierta, aunque existe un espacio al cual Germán Samper le quiso otorgar un carácter diferente: la hemeroteca. Esta extrusión se implanta al costado sur del proyecto bajo una cubierta en concreto reticulado con luz central, proeza y matrimonio entre el diseño y la construcción; el mismo envejecimiento del material impregna de carácter el espacio.
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Sin embargo, todos los espacios podrían palidecer ante el espacio favorito de Samper: la sala de conciertos. Como antesala a este se encuentra un gran salón rojo, bañado por la luz tenue que brinda una dilatación en fachada que también enmarca las ventanas de la Casa de la Moneda así como un mobiliario sobrio que respira la bella época de los años cincuenta gracias a la correcta elección de cuero, maderas y mármoles. Desde su entrada, la sala de conciertos imprime un carácter maternal debido a su forma elíptica y cuya concepción centrípeta hace que el espectador se mueva hacia el centro de la misma para acceder a ella y poder presenciar un gran cascarón en madera, cuyo diseño escalonado otorga una de las mejores acústicas del país.
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Esta continúa generación de espacios apoyados en la materialidad inocua de los recintos es la principal característica del proyecto: espacios como la entrada a parqueaderos, las escaleras a la sala de audiovisuales, los retiros respetuosos a las esculturas de Eduardo Ramírez Villamizar o el voladizo que cubre el andén hacia el costado sur, hacen que la biblioteca se mantenga vigente hasta nuestros días. Esta es justamente la gran lección de este maravilloso clásico de la arquitectura colombiana que nos invita a reflexionar sobre lo importante que es condición emocional del espacio como responsable latente del paso del tiempo.
Planta y Corte
Arquitectos: Germán Samper Ubicación: Bogotá, Colombia
Colaboradores: Rafael Esguerra García, Álvaro Sáenz Camacho
Cliente: Banco de la República
Referencias: Página official German Samper, Wikipedia
Área: 7200.0 m2
Año Proyecto: 1962
Fotografías: Dan Gamboa Bohorquez
Fuente:http://www.plataformaarquitectura.cl/
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