Hacía tres años que Frank Gehry no había visitado la capital vizcaina pero ha podido sacar un hueco en su apretada agenda - el viernes estaba en Miami y ayer por la noche volvió a partir en su avión privado hacia París para luego ir a Washington y volver a Nueva York- para recoger un premio que le emocionó especialmente: el de la Fundación Sabino Arana. El arquitecto canadiense, autor del Guggenheim, fue galardonado "por haber contribuido a difundir internacionalmente una nueva imagen de Euskadi" con el edificio que hace 20 años proyectó para albergar el Guggenheim Bilbao y que se ha convertido en "símbolo de Euskadi".
A pesar de su viaje relámpago a la capital vizcaina, el genial arquitecto accedió a una entrevista con DEIA. Lejos de tener un ego inmenso, como le correspondería a uno de los mejores arquitectos de nuestra era, los que lo conocen bien dicen que no se cree el cuento de la fama y que con el tiempo se ha vuelto más tímido y sencillo.
Vestido de negro riguroso, pero en esta ocasión sin bastón, como ya nos tenía acostumbrados en sus últimas visitas, llegó a la capital vizcaina acompañado de su mujer, Bertha, una profesora panameña de Antropología, de ascendencia cántabra; y de su hijo, Alejandro, un reconocido artista en Nueva York. "He traído a mi familia para hacerles partícipes de los valores y la cultura vasca que tanto admiro. Gran parte de mi vida está vinculada a Bilbao", explica Gehry, a quien el Guggenheim le subió al olimpo de la arquitectura.
Y la verdad es que no lo dice por cumplir. Cuando se le pregunta si no echa en falta su museo - que ayer no tuvo tiempo de visitar- , contesta a DEIA sin pensárselo. "Sí, pero añoro también muchísimo al pueblo vasco, que siempre se ha destacado por su integridad". Tanto admira la cultura vasca que en más de una ocasión ha confesado que estuvo a punto de comprarse una casa en la comarca de Urdaibai para pasar largas temporadas con su familia. Una idea de la que luego tuvo que desistir.
Al final, todo se quedó en eso, en un sueño. Inevitablemente la realidad es que tiene seguir trabajando desde su estudio de Santa Mónica, en el que, según anuncia orgulloso, acaba de terminar el diseño para el museo Guggenheim de Abu Dabi.
Cuando se le pregunta si el Guggenheim es su obra maestra asegura irónico, que "no lo sabe", pero espera que sí. "Para un arquitecto, como para un padre, todos sus proyectos son iguales". Aunque, acto seguido, sonriendo, explica que el proyecto de Bilbao "es irrepetible".
su llegada a bilbao Recuerda como si fuera ayer mismo el primer día que llegó a la capital vizcaina, hace aproximadamente 20 años. "Querían que construyera un museo en la Alhóndiga. Enseguida me di cuenta de que ese lugar no era el indicado. Al día siguiente, estaba en chándal y acababa de tomar un pacharán, que me encanta, y los representantes vascos, me llevaron a Artxanda. Me preguntaron dónde me parecía que tenía que ir el museo y les dije: Ahí, en la ría, en esa fábrica. Se sorprendieron y me dijeron que aquella fábrica no era de ellos. No sé cómo lo hicieron, pero lo consiguieron. Veinte años después, aquí estamos".
Afirma que no cree que solo su edificio haya provocado lo que se conoce por el efecto Bilbao. "Eso es una invención de los periodistas", asegura a este diario. Según ha mantenido Gehry en muchas ocasiones, "los milagros son impredecibles". Para Gehry este proyecto tan especial fue posible por el consenso alcanzado entre todos los agentes implicados para cambiar una comunidad de manera positiva, algo que le permitió explorar con libertad ideas que no había podido explorar en el pasado.
Desde entonces, reconoce que Bilbao ha cambiado mucho, se han levantado a poca distancia del Guggenheim obras de otros arquitectos de renombre internacional: Isozaki, Moneo, Calatrava... Al pedirle la opinión sobre estos proyectos, se niega a valorarlos. "Somos amigos; somos compañeros y a ninguno nos gusta la obra de los demás", dice con sorna.
Cuando se le pregunta por su proyecto actual más ambicioso, el museo Guggenheim que diseña para Abu Dabi, se entusiasma. "Tiene la misión de presentar arte globalizado, y en ese contexto, los árabes de todo el mundo, en cada cultura, estarán representados en el museo. Si tiene éxito, espero que sirva para que los católicos tengan un mejor entendimiento entre culturas. Es algo fascinante para mí. Picasso estaba influenciado por África y África estaba influenciada por Picasso, al igual que China está influenciada por Andy Warhol. Hay una interconexión entre los artistas de China, Siria, Líbano, Suramérica, India..., gracias a la globalización y a internet. Es muy apasionante porque genera un entendimiento entre culturas".
Fuente: http://www.deia.com
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