martes, 15 de febrero de 2011

"¡Que acaben la Cidade da Cultura de una vez!"

Defiende enfrentar la arquitectura con una actitud crítica, ética y vital. "No podemos aceptar todo lo que nos cuentan, hay que cuestionarse la realidad, ver si es verdad o no y adoptar una actitud". Y hay que huir de las modas, alertó Manuel Gallego Jorreto (O Carballiño, 1936) al recoger hace 15 días la Medalla de Oro de la Arquitectura, un reconocimiento del Consejo Superior de su profesión a toda una carrera. Jubilado como catedrático, este arquitecto que nunca construyó nada fuera de Galicia -aunque es reclamado para enseñar en el extranjero- sigue plenamente activo. El autor del Museo de Belas Artes (Premio Nacional de Urbanismo) o de la residencia del presidente de la Xunta en Monte Pío no está dispuesto a tirar la toalla.
Pregunta. Trabaja en rehabilitaciones, como la que será el Museo de las Peregrinaciones. ¿Se debe conservar todo?
Respuesta. Es una obra compleja porque es un edificio nada atractivo que forma parte del monumento de la ciudad de Santiago. El patrimonio es lo que tiene valor o lo que lo adquiere por circunstancias, no sólo por los años, que suelen acarrear calamidades.
P. ¿Debe haber más rehabilitación que la que hay?
R. Debe hacerse con sentido común. En una situación de penuria, si hay algo usado, hay que rehabilitarlo. Pero muchas veces hay que dejar tranquilas las ruinas, testimonio del paso del tiempo. No hay que obsesionarse con rehabilitar, pero creo que es una exigencia lógica y razonable, y más en una crisis.
P. El jurado calificó de ética su arquitectura.
R. Me parece un piropo quizás excesivo. Lo entiendo en el sentido de que en la arquitectura no vale todo. Toda estética encierra una actitud ética.
P. Se opone a la tendencia actual del exceso arquitectónico.
R. Hay mucha gente que piensa como yo pero no se atreven a decirlo públicamente. El arquitecto ha pasado a ser una figura social, una estrella. Es un fenómeno relativamente reciente pero que se va agrandando.
P. ¿La crisis puso coto a los excesos de la arquitectura?
R. En cierta medida evidenció que muchas cosas eran irracionales. Fue una llamada de atención, aparte de demostrar el disparate, el despilfarro y el coste energético desaforado de lo inmobiliario. Me parece bien, lo que es triste es que sea consecuencia de un drama social como es la crisis.
P. ¿Existe una alternativa?
R. La ecología, el control energético, la sostenibilidad, son estrategias para enfrentarse a la realidad, aunque se mezclan el que verdaderamente la quiere usar como instrumento de cambio social y el que lo utiliza para vender otro producto.
P. ¿Aún se está a tiempo de salvar la costa?
R. Parte no es recuperable, pero si de aquí no pasa, pues qué bien. Sí, se está a tiempo pero también de hacerlo mucho peor. Se cree que todo plan urbanístico es la salvación y no, es su calidad y su seguimiento lo que dan garantías.
P. Debe estar harto de la Cidade da Cultura, la gran obra arquitectónica de Galicia, sin esa contención que usted propugna.
R. La Cidade da Cultura me tiene aburrido. Y a la mitad de los gallegos también. Hay dos temas, uno social y otro de arquitectura. Yo creí que iba a ser un debate de arquitectura cuando se planteó, y no fue así, se transformó en una pelea social. Es un tipo de arquitectura totalmente respetable pero que no me interesa. Y luego, el tema social: ¿cómo un edificio puede acabar costando tanto dinero y tanto tiempo? No hay quien lo entienda.
P. ¿Por el afán de las ciudades de tener edificios de referencia?
R. Todas tienen ese afán pero con reglas de juego y límites. Lo que es sorprendente es cómo ha cambiado y desvirtuado el proyecto en este tiempo. No lo entiendo. ¡Que acaben con el tema de una vez! Lo que me da vergüenza es que sea el tema básico de nuestra existencia como gallegos, es un cierto cachondeo. No puede ser, dejemos las cosas en su sitio. Y luego en el plano social, que los ciudadanos opinen votando. Aquí lo tienen difícil, porque todos los partidos lo aceptaron. También es verdad que es una situación cada vez más difícil. Nace de una forma, se desvirtúa y nadie se atreve a decir que no, luego ya está hecho la mitad y a ver qué se hace. Requiere más valentía.
P. Dice que no hay una escuela gallega de arquitectura aunque sí una forma distinta de hacer las cosas.
R. Hay una forma de ser gallego. Igual que hay un acento al hablar. No hay una arquitectura gallega, hay una forma de expresarse y a partir de ahí se van creando actitudes, estilos. La arquitectura gallega es barroca, románica y es actual. Y en todas ellas hay una forma de ser específica. Cuando uno se compromete vitalmente con un lugar, sin querer se va empapando y eso sale en las obras.
P. ¿Le molesta que olvidasen el proyecto para el Castro de Elviña?
R. Es una decepción. Hubo un concurso y se paró por falta de dinero. Ahora hay menos, pero el lugar requiere una protección. Se convocan demasiados concursos que no salen adelante. ¿Cómo es posible ese despilfarro de esfuerzos y de dinero?
P. ¿Tiene preferencia por alguna de sus obras?
R. Siempre tengo preferencia por las que no se han podido ejecutar. Son espinas clavadas.
P. ¿Y de las construidas, hay alguna con la que esté disgustado porque se ha desvirtuado?
R. Las construidas es mejor no mirar para ellas. Todas tienden a desvirtuarse, es una ley infalible. Cada vez que hacen una modificación en una obra pública es para peor.


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