miércoles, 27 de abril de 2011

Ban y Aravena, dos arquitectos tras el terremoto

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En países habituados a los terremotos, como Japón o Chile, la arquitectura viene marcada por una normativa preventiva muy estricta que reta el diseño de los arquitectos. Tras terremotos como el del pasado viernes, son muchos los proyectistas que se ponen en marcha. Shigeru Ban (1957) hizo del ingenio para tratar los materiales con los que reconstruir tras las emergencias su propio sello arquitectónico. Tras levantar viviendas con tubos de cartón en Kobe (Japón, 1995), después del seísmo que asoló la ciudad dejando 5.000 muertos y gran parte de la población sin hogar, Ban llevó su sistema de tubos de cartón a Kaynasli (Turquía, 2000), donde los muertos habían sido 20.000 y los que perdieron su vivienda, 200.000. Menos de un año después, el mismo sistema sirvió para alojar a algunas de las 600.000 personas que se quedaron sin techo en Bhuj (India, 2001).
Se trata de un sistema estructural que, tras preparar el cartón para resistir a la intemperie, sirve para levantar construcciones que pueden llegar a durar décadas. El propio arquitecto empleó una estructura de tubos de cartón para erigir una cúpula-hangar en Gifu, Japón, en1998, e incluso para construir la estructura del pabellón de su país en la Expo 2000 de Hannover. La clave, en el caso de las emergencias, está en enseñar a la población cómo hacerlo. Cómo preparar el material y cómo construir con él. Se trata de trabajar con lo que hay, de sustituir cimientos de palets por cajas de cerveza o lo que esté disponible en cada lugar. En todos estos casos, Ban renunció a sus derechos de autor como diseñador-inventor.
Ha habido más desastres naturales y, por lo tanto, han sido muchas las ocasiones en las que este arquitecto ha tratado de ayudar. Pero hace un año regresó decepcionado de Haití. Había combinado  tubo de cartón y viviendas temporales con palets, pero algo no acabó de funcionar. “Normalmente trabajo con estudiantes de arquitectura del lugar. En Haití no había. Trabajé con estudiantes de Santo Domingo –procedentes de República Dominicana, el país vecino- y de allí llevaron los materiales. Por desgracia no todo fue bien. Preparamos el material para hacer 50 viviendas, pero cuando volví a comprobar cómo lo habían hecho no habían preparado el cartón bien y no era impermeable”.
Ban les pidió que deshicieran las viviendas y les hizo volver a empezar. Aquello no les gustó. Por eso decidió cambiar de estrategia. “Quise enseñar a la gente del lugar a construir con lo que tenían. Fue complicado porque los estudiantes que habían participado en una primera fase no regresaron luego para continuar. Cada vez tenía que empezar de nuevo y… empezar continuamente de nuevo no es una manera de avanzar”, me contó hace unos meses, de paso por Madrid.
También el chileno Alejandro Aravena (1967)  pensó en pocas horas un programa en tres pasos para reaccionar tras el terremoto-tsunami que devastó el sur de Chile hace ahora un año. La empresa forestal Arauco le encargó a su estudio, Elemental, un plan de reconstrucción para Constitución, una de las ciudades más afectadas por el terremoto. 60 personas trabajaron en 10 alternativas.
La idea del equipo de arquitectos e ingenieros fue sembrar un “parque de bosques” en el límite costero de la ciudad. Son los árboles los que minimizarán el nuevo tsunami cuando se produzca. Pero hay más: el parque permitirá hacer frente a las inundaciones que cada año sufre la ciudad y “viene a paliar esta deuda histórica de Chile con su gente al aumentar el porcentaje de zona verde por habitante”, cuenta Aravena. La previsión podría hacer de Constitución una ciudad más verde. El proceso no es fácil. La expropiación de unos 100 vecinos puso al 90% de la población de acuerdo.
En Chile, la lección que sacaron del terremoto es que el país estaba preparado para un movimiento sísmico, pero no para un tsunami. Aravena cree que es fundamental sembrar bosques en las costas.
¿Por qué bosques y no un rompeolas?
En Japón, donde había dinero para construir, se hicieron durante años obras de contención, pero cuando llegó un tsunami de cierta magnitud los pedazos de hormigón del tamaño de un container terminaron siendo arrojados como proyectiles contra la ciudad. Es mejor disminuir la energía de la ola por medio de fricción. Generar suficiente cantidad de rugosidad en el suelo y bosques que disipen la energía del agua. Tratar de resistir las olas no es una alternativa. Hay que dejarlas pasar y estar preparado para recibirlas y absorberlas”.


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