martes, 8 de noviembre de 2011

Un arquitecto polifacético

Rafael Tamarit Pitarch es uno de los grandes arquitectos valencianos del siglo XX. Discípulo aventajado de Alejandro de la Sota y Julio Cano Lasso, su generosa contribución a la enseñanza le convertiría muy joven en una de las imprescindibles voces de la recién nacida Escuela de Arquitectura de Valencia, de cuyo ADN forma parte indiscutible y a cuya consolidación contribuyó con entusiasmo.
De la calidad intelectual y humana de la dirección fundacional de la escuela, encabezada por Román Jiménez y con Rafael Tamarit como subdirector, da fe la selección del primer grupo de profesores: artistas como Jorge Teixidor, Ramón de Soto, Ángela García; filósofos y estetas como Tomás Llorens; historiadoras como Violeta Montoliu, Trinidad Simó; sociólogos como Josep Vicent Marqués..., Y también la incorporación de jóvenes valores, como Juan Otegui, Cristina Grau, Vicente Mas, Jorge Stuyck...
Una de las enseñanzas de Tamarit que siempre recuerdan sus estudiantes es su obsesión por el reconocimiento directo de la arquitectura mediante la realización de viajes de estudios que él prodigaría a Londres, Ámsterdam, Rotterdam, París, Roma, Berlín, Frankfort, Nueva York, Boston, Las Vegas, Tokio, Calgary, Toronto, Copenhague, Casablanca...
Tamarit supo transmitir como pocos la pasión por la fotografía que practicó siempre en primera persona, cámara en mano y que le llevó a apoyar la rápida creación de los laboratorios gráficos y archivos audiovisuales de la primitiva escuela, que hoy, cuarenta años después, constituyen un orgullo para todo el colectivo.
Gracias a maestros como él, aquella jovencísima escuela de la plaza de Galicia se convirtió pronto en un verdadero lugar de encuentro en el que profesores y alumnos podían compartir su pasión por la arquitectura.
La muestra que sobre su figura y su obra expone el Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia permite reconocer una personalidad rica y polifacética, cuya producción arquitectónica iría asociada durante décadas a los hermanos Lladró.
La internacionalización de la marca permitiría a Tamarit realizar algunos de sus mejores edificios comerciales fuera de España, como el Lladró Plaza de Nueva York, el Rodeo Drive de Beverly Hills, el Ginza Building -Tokio-. No menos atractiva resulta su huella en la comunidad con obras incluidas en el Docomomo Ibérico y con numerosas tiendas: Don Carlos, Clive, Alejandro Soler, Cafetería Tívoli..., que lo acreditaron desde el primer momento como uno de los mejores interioristas de la época.
Su capacidad para abordar en paralelo múltiples proyectos de diferentes tipologías y en contextos distintos, manteniendo siempre un altísimo nivel de calidad arquitectónica, constituye una de las claves de la confianza que supo transmitir al mundo empresarial a cuyo reconocimiento contribuyó generosamente.
Fue un arquitecto visionario que se anticipó a su tiempo. Su habilidad para transmitir la filosofía darwiniana de que "no es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio" facilitó el que muchos jóvenes emprendedores valencianos como Santiago Calatrava o José María Tomás Llavador confiaran en él y abordaran con decisión no solo el cambio, sino también la aventura al mercado exterior apoyándose en su maduro cosmopolitismo.
Fuente:http://www.elpais.com

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