jueves, 8 de diciembre de 2011

Arquitectura bajo la luz ceutí

Hay un chiringuito en medio de la playa de la Ribera, en Ceuta, que se llama igual que la playa pero que todo el mundo conoce como "el de al lado de la Cruz Roja", del que es fiel cliente el premio Pritzker (el Nobel de arquitectura) Álvaro Siza. Se come el mejor pescado de los alrededores. Es un chiringuito porque está clavado en la arena y rozando el mar. Porque si nos atenemos a la decoración (aparadores, sillas y mesas de comedor puro y duro) parece un restaurante clásico típico. O sea, es un poco raro. Cualidad que se puede atribuir a la propia condición de Ceuta, una especie de barco trasatlántico varado entre dos mares. Ciudad algo mística y a la vez muy luminosa, con una luz cegadora. Una ciudad que merece una visita, o varias, porque como todos los lugares mestizos esconde sorpresas. Imprescindible: dejar los prejuicios a un lado para entenderla.
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Entre otros descubrimientos, su arquitectura. Desde los años ochenta, gracias al tino del entonces responsable de las obras municipales, Javier Arnáiz, esta ciudad algo olvidada atrajo a notables arquitectos. El punto de partida: un concurso público de viviendas con un jurado de lujo que ganaron Cruz y Ortiz Arquitectos.
01 Murallas Reales
"Era un espacio marginal, tuve que entrar protegido por la policía, era territorio comanche". Con esta imagen tan gráfica define el arquitecto Juan Miguel Hernández León el estado de las Murallas Reales antes de su intervención, que empezó en los años noventa. La idea fue recuperar el conjunto de fortificaciones y hacer de ese agujero negro entre la Ceuta histórica y la prolongación de la nueva una línea continua y natural.
Son 40.000 metros cuadrados bordeando el mar, que se recuperaron para espacios culturales y de ocio: un teatro al aire libre, un centro de interpretación, biblioteca, archivo y un museo bajo tierra que acapara una luz sorprendente. "La luz natural en Ceuta es violentísima, agresiva. Había dos opciones, cegar el espacio e iluminarlo con luz artificial, que me horrorizaba, o jugar con esa luz, y opté por reconducirla, dulcificarla", afirma el arquitecto.
La rehabilitación apenas cambió la piel del enclave que lleva ahí más de mil años. Sin que casi se notara. "Decidí servirme de la arquitectura contemporánea, pero sin que se produjera un choque con lo histórico, basándome en la idea original dialogar con un nuevo lenguaje". Fueron nueve años de trabajo y de relación íntima con la ciudad. Por eso, le preguntaron a él qué arquitecto estrella era el idóneo para otra obra en Ceuta. No dudó, dio el nombre de Álvaro Siza. Ahí empezó una serie de encuentros profesionales y una estrecha amistad.
02 Auditorio de Álvaro Siza
El premio Pritzker llegó a la rueda de prensa de la presentación del proyecto del Auditorio -ubicado en pleno centro de la ciudad, en una confluencia de calles históricas- con una especie de caja de zapatos bajo el brazo. Contenía la maqueta de la obra. Cuando la abrió hubo cierta decepción. Un periodista dijo que no parecía el proyecto de un arquitecto estrella. "Su arquitectura es como muy humilde, ¿no?", preguntó. La respuesta de Siza fue: "Lo mío no es hacer monumentos, eso lo dejo para otros". El edificio del Auditorio, insertado en un conjunto envolvente (aún inacabado) que incluye una zona de oficinas y otra comercial, es fiel reflejo de la arquitectura del portugués: blanca, sutil, extraordinaria.
03 Parque Marítimo César Manrique
¿Alguien se imagina un lugar parecido a un inmenso balneario, o un spa a lo bestia, piscinas que parecen mares, vegetación selvática, y todo en pleno centro de la ciudad, con vistas al mar, y, muy importante, un lugar público, es decir, a disposición de todos los ciudadanos? Pues ese paraíso existe en Ceuta. Es el Parque Marítimo César Manrique, su obra póstuma. Un complejo inmenso de 22.000 metros cuadrados de piscinas de agua salada, que juega con elementos de la naturaleza volcánica de Canarias (lugar de origen del arquitecto) y con atmósfera subtropical. Tiene de todo: restaurante, vestuario, duchas, jacuzzi, hamacas, sombrillas..., y también instalaciones de ocio o para montarse una fiesta.
04 Parador Nacional
Cuando se atraviesa el umbral de este edificio pegado a las Murallas Reales, del arquitecto José Luis Picardo, empieza un magnífico viaje a la estética de los años sesenta. Ha tenido suerte. Su construcción exterior y, lo que es más difícil, el interior, apenas ha sido tocado. Mantiene la gracia y el encanto, y las zonas comunes (entrada, vestíbulo, piscina, comedor...) tienen una escala sorprendentemente confortable para el huésped.
05 Biblioteca Pública
La pareja de arquitectos formada por Ángela García de Paredes e Ignacio García Pedrosa no es la primera vez que se encuentra un tesoro bajo tierra. Ya en el museo de la Villa Romana de La Olmeda, en Palencia, se toparon con un gran yacimiento arqueológico. En Ceuta, donde construyen la Biblioteca Pública, les ha pasado lo mismo. "Un hallazgo así, normalmente, se deja en el sótano y con los techos bajos, nosotros hemos hecho al revés, hemos dado más altura para incorporarlo a la biblioteca y que participe de su importancia", cuenta García de Paredes. El edificio presenta otra originalidad. Las bibliotecas suelen ser horizontales, pero como en Ceuta hay muy poco espacio para construir, esta es muy vertical, tiene cinco plantas y las salas de lectura están arriba, buscando las vistas al mar. Y de remate, es sostenible, palabra que la arquitecta prefiere sustituir por racional: "Tiene una celosía metálica que sombrea las estancias; es una solución lógica y no cara para que se adapte al clima de Ceuta".
Fuente:http://elviajero.elpais.com

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