jueves, 29 de diciembre de 2011

Escenografía, que no arquitectura

La Catedral de Santiago de Compostela fue construida a principios del siglo XII en el lugar en que antes había existido una iglesia prerrománica edificada a finales del siglo IX por orden de Alfonso III y destruida por Almanzor cien años más tarde; y la construcción de la Catedral de San Salvador de Oviedo se inició en los primeros años del XIII sobre el lugar donde se había alzado el anterior conjunto catedralicio prerrománico del siglo IX, algunos de cuyos elementos se han conservado. En ambos casos, naturalmente, los estilos arquitectónicos y las técnicas empleadas fueron las que correspondían a los años en que ambos edificios se construyeron.
Pues bien, nada de eso hubiera sido posible y hoy no podríamos admirar tan hermosos conjuntos arquitectónicos si por entonces hubiesen imperado los criterios de conservación que ahora parecen regir en Oviedo. Primero fue El Fontán, en donde sobre un espacio flanqueado por edificios muy notables se acometió la reconstrucción total (es decir, la copia exacta) de aquel «ruedo de casas corcovadas, caducas y seniles» del Pilares de Tigre Juan que habían sido levantadas a finales del siglo XVIII respondiendo a unas circunstancias sociales actualmente inexistentes; y ahora se insiste en el error pretendiendo que la fachada del edifico que haya de levantarse en el solar del recientemente desaparecido de la calle de Argüelles sea una copia de la anterior; y este hecho, muy relevante y significativo, debería hacernos reflexionar sobre cuales han de ser los objetivos de la conservación de nuestro patrimonio arquitectónico, cuales los caminos para conseguirlo y, sobre todo, cuales son los errores en los que no deberíamos caer.
En efecto: la inclusión de un edificio o conjunto arquitectónico en un catálogo de protección puede deberse a que en el mismo concurra alguna de las siguientes circunstancias, expuestas de manera general y sintética: uno, la relevancia artística dentro del estilo o estilos a los que corresponda la obra y en relación a la tipología, autoría y demás elementos comparativos de carácter artístico; dos, la relevancia relativa dentro del marco geográfico en el que se sitúa; tres, la relevancia histórica, cultural, social y de memoria colectiva respecto al inmueble en su conjunto y a cada una de las fases históricas del mismo.
Pues bien, el edificio que ahora se derrumbó, construido a mediados del pasado siglo, estaba incluido en el Catálogo Urbanístico del Municipio de Oviedo por considerar quienes lo redactaron que en él concurría alguna de las circunstancias anteriores: y seguramente era así. Cualquier medida tendente a la conservación del patrimonio arquitectónico de interés debe ser bien recibida; pero cosa bien distinta es que una vez desaparecido el edificio o conjunto por ser imposible su conservación, y salvo importantes y contadas excepciones, se pretenda volver a reproducir su aspecto exterior tal como estaba antes de su desaparición. Estoy seguro a este respecto, y refiriéndome al edificio de la calle de Argüelles, que el propio Vallaure, excelente arquitecto, habría proyectado hoy para el mismo una fachada bien diferente de la que entonces proyectó.
El patrimonio arquitectónico de las ciudades forma parte de su memoria histórica y la conforma, porque responde a las diferentes circunstancias de cada época; y si en Oviedo seguimos los mismos criterios que se emplearon en El Fontán y que ahora se pretenden aplicar en el edificio de la calle de Argüelles, la ciudad carecerá de memoria arquitectónica de nuestro tiempo y haremos, al tiempo y otra vez, un trabajo de escenografía, porque eso y no arquitectura es reproducir escenarios pasados con técnicas actuales.
«La heroica ciudad dormía la siesta». Así comienza La Regenta y así parece que seguimos, casi ciento veinte años después, en lo que respecta a ciertos aspectos del patrimonio arquitectónico de Oviedo: durmiendo la clariniana siesta, ahora con un mobiliario urbano muy adecuado para ello y bajo la tenue luz de esas farolas isabelinas tan propias de la Vetusta de aquella época.
Fuente:http://www.elcomercio.es/

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