viernes, 20 de enero de 2012

La arquitectura que transforma la ciudad

Lo que le pasa a la ciudad de Avilés es que no cabe dentro de su deseo de progreso. Lo dice el historiador Juan Carlos de la Madrid, que analiza el siglo XX avilesino y lo refleja en sus muestras arquitectónicas más señeras. «Edificios de primera envergadura y urbanizaciones que cuentan la historia de la ciudad», apunta.
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Todo empieza antes de que comience el siglo XX. «La ciudad reclama la instalación de una estación de ferrocarril porque el progreso llegaba entonces en tren», señala De la Madrid. Todos en la ciudad estaban de acuerdo en que tren era sinónimo de porvenir. La querella llegó con el lugar donde había que levantar la estación. La ciudad de Avilés se jacta desde tiempo inmemorial por cierta «bipolaridad»; o sea, Avilés gusta de hacer las cosas dos veces. «Estaban los cantistas y también los industriales. Los primeros querían la estación donde está ahora, en Jardín de Cantos, y los otros defendían una zona cercana al antiguo matadero. Ganaron los primeros, pero tal cual están las cosas, ahora pueden ganar los industriales», comenta De la Madrid. Esa «bipolaridad» avilesina perdura y hace que ahora, en el siglo XXI, la ciudad esté dividida entre «superficiales» y» subterráneos», los que quieren el tren a ras de suelo y los que quieren enterrarlo.
El siglo XX en sí se refleja por primera vez en la calle de San Francisco. «De un vistazo viajamos del siglo XVIII a mediados del siglo XX», asegura el escritor. La calle comienza con tres edificios «Art Déco» que son de Antonio Alonso Jorge y un cuarto, firmado por Manuel del Busto. «Este es el responsable de la mejor cara de Avilés a comienzos de siglo», subraya el historiador. Es, de hecho, el autor del teatro Palacio Valdés, que comenzó a construirse en 1900 y que se terminó veinte años. «Entre una fecha y otra cambiaron muchas cosas y el teatro, cuando se inauguró, ya estaba viejo», sentencia De la Madrid. De 1917 es el edificio del Gran Hotel, en el parque del Muelle, una obra de Armando Fernández Cueto. «Un ejemplo de lo que aquella burguesía industrial, con dinero hecho en las Américas, pretendía hacer con la ciudad», comenta. Estos primeros años del siglo XX son, como dice De la Madrid, «el tiempo de los "neos": neogótico, neobarroco, neoclásico...» Neogótica fue la iglesia nueva de Sabugo, de Luis Bellido, de 1903. Neobarroco, el teatro. «Un símbolo de lo mejor y de lo peor; no podemos olvidar que tardaron veinte años en levantarlo», concluye el historiador.
Los años treinta son los del movimiento moderno y el ejemplo más esclarecedor es el Instituto de Enseñanza Media, el actual colegio Palacio Valdés, una obra de Rodríguez Bustelo que se inauguró en 1932. «Se concedió a la ciudad la enseñanza secundaria en 1928, pero no había edificio», asegura. El modelo de centro escolar fue explotado en el resto del país. Eran los años de la II República.
La posguerra trajo un auge de viviendas sociales. Las primeras, el Nodo, en 1943. «Un barrio que tomó su nombre de unos pocos segundos en el No-Do, un resumen de la visita de Girón de Velasco a Asturias», asegura De la Madrid. Después se levantaron los barrios de Llaranes, de Trasona, La Marzaniella... «y en los años sesenta, San José Artesano, cuando Ensidesa se dio cuenta de que la ciudad que había ideado se había quedado pequeña», comenta el escritor. «Antes hubo ejemplos de viviendas sociales: las de Arnao, las casas de la República, en el Carbayedo, de las que apenas quedan unas pocas». El crecimiento de la ciudad en este sentido viene señalado por las obras de Carlos Fernández Casado, que ideó los talleres de Ensidesa o la fábrica de Endasa. «La industria también fue otra señal de progreso en la ciudad. La diferencia con la llegada del tren es que este fue reclamado por los vecinos y la siderurgia llegó porque "alguien"decidió que tenía que llegar», resume el historiador.
La democracia trae «una doble transición: económica y política» y el ejemplo más señero fue la Casa de Cultura, de 1989. Y las restauraciones del Palacio Valdés y La Curtidora. Y, claro, también el Niemeyer, la puerta por la que Avilés quiere entrar al siglo XXI.
Fuente:http://www.lne.es

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