jueves, 3 de mayo de 2012

«Rehabilitar un edificio es hacer arquitectura con mayúsculas»

Natural de Santullano, en Mieres, dónde nació en 1954, el arquitecto Celestino García Braña cursó su carrera en Madrid. Finalizados sus estudios de Arquitectura, desde 1973 vive y trabaja en la vecina Galicia donde imparte clases en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de La Coruña. Tras un mandato de cinco años, en 2011 abandonó su cargo de Decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia.
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En Wikipedia se le define a usted como un arquitecto gallego.
Pero nacido en Asturias (risas), algo de lo que siento muy orgulloso. No me gustaría que se me considerara solo un arquitecto gallego, aunque mi trayectoria profesional, sin ninguna duda, está más vinculada a esta región que al Principado de Asturias.
También tiene trabajos en su región natal.
Pues sí. En el año 2000 gané el concurso de ideas para la fachada del Muro de Gijón y en 2008 hice el edificio del Centro de Investigación del campus de Mieres. Ese ha sido mi último trabajo en Asturias, aunque espero que sea el penúltimo (risas).
¿La crisis ha hecho inviable su propuesta para el Muro de Gijón? Ahora es más fácil. En aquel momento no existía la ley de economía sostenible que permite que los ayuntamientos puedan actuar con rango de plan general. Así se facilita a los ayuntamientos que se pueda ocupar espacio público. En su día no se hizo porque un abogado afirmaba que era necesaria la unanimidad de los propietarios.
¿Qué proponía usted? Pues una fachada nueva para todo el frente, una gran galería. Ahora sería posible envolver todos los edificios con una galería de 3 metros de ancho, que estaba adosada al edificio desde la segunda planta. Esa actuación podría asimilarse en estos momentos al nivel de lo que supone un plan general.
Algunos edificios del Muro ya se han empezado a acristalar: Pero siguen siendo actuaciones individuales. Mi propuesta suponía una continuidad en el uso del cobre y el vidrio, porque en todos los edificios se tenían que emplear los mismos materiales. Aquello tenía su enjundia, pero ahora el caos seguirá existiendo si no hay coordinación.
Usted también planteó soterrar el tráfico en el Muro de San Lorenzo.
Tampoco era ese el objetivo fundamental del proyecto. Lo principal era conseguir una uniformidad a lo largo de los más de 1.000 metros del Muro de San Lorenzo. No era sólo soterrar el tráfico, también permitía obtener muchas plazas de aparcamientos.
En 2011 abandonó su puesto como decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia, pero sin embargo sigue al pie del cañón.
Los viejos rockeros nunca mueren y a mi lo que me apasiona es la arquitectura. Unas veces la ejerces desde un puesto, en otras ocasiones dibujando, o dirigiendo un congreso como es el caso.
¿Qué objetivo persigue un congreso como Patorreb? Lo fundamental es avanzar en el conocimiento científico de los procesos de rehabilitación. Hace falta conocer a fondo la biografía y el estado de los edificios en cuestiones tales como las humedades, las grietas, las cimentaciones o las cubiertas o su obsolescencia funcional.
¿A qué se refiere? Hasta hace diez años el prototipo de vivienda era la que disponía de tres o cuatro dormitorios, ahora no tienen más de dos. La sociología familiar se ha modificado y el 30% de los hogares son monoparentales. Además la esperanza de vida es de 85 años. Eso exige buscar una dimensión que permita el uso de sillas de ruedas en las viviendas y resulta imposible prescindir de los ascensores.
Usted ha afirmado que el futuro pasa por la rehabilitación.
Es un fenómeno fundamental y hay una razón económica. Hasta hace cuatro años se ha demostrado que las expectativas económicas familiares pasaban por invertir 200.000 euros para adquirir una vivienda; hoy eso resulta impensable. Sin embargo es posible invertir los 24.000 o los 30.000 euros que exige rehabilitar una vivienda.
¿No queda otra que rehabilitar viviendas ante la que está cayendo? Ya era necesario antes. El crecimiento del parque de viviendas en este país en los últimos 20 años ha sido algo disparatado. En España hay 700.000 viviendas vacías y sin posibilidad de ser vendidas. Y hay unos 24 millones de viviendas en total, ¿dónde vamos así? Otros países han entendido la importancia de la rehabilitación mucho antes, hace 40, 50 o 60 años.
Póngame algún ejemplo.
En España sólo se invierte en rehabilitación el 24%, mientras que en Alemania ese porcentaje se eleva hasta el 57 o 60%. Y en Dinamarca casi llega al 80%, lo que quiere decir que solo el 20% de lo que se invierte en vivienda va a obra nueva. Está claro que existen diferentes concepciones de lo que son las ciudades y de la economía urbana. En España hemos ocupado territorios en demasía y hay que tomar medidas.
En España se buscaba la ruina de los edificios antiguos para levantar otros nuevos.
Esa era la estrategia económica: arruinar el edificio. Y ese es no es el camino. Desde el punto de vista de la propia ciudad y de los usuarios, hay que entender que es más apropiada la rehabilitación que la obra nueva que, fundamentalmente, era un negocio. No podemos continuar con la obra nueva, lo que implica poner en valor lo que ya tenemos. Tenemos ejemplos de rehabilitaciones en muchas ciudades. Oviedo se ha rehabilitado constantemente.
También hay ejemplos polémicos como lo que se hizo en el Fontán.
Aquello fue una clonación y un disparate, no una rehabilitación. Si un edificio se tira, hay que aprovechar la libertad de actuación que te permite el derribo.
Usted ha apostado por rehabilitar los barrios de los años 60.
Hablo en general. Existen en todas las ciudades. Fueron hijos de su época, construidos con determinados materiales y características técnicas. Aquellas viviendas no tenían aislamiento y si no tenían cuatro plantas, no contaban con ascensor. Pero esas viviendas tienen valor constructivo y de centralidad; tienen un atractivo desde el punto de vista de las ciudades. Estos barrios tenían otra particularidad. Muchos de ellos fueron promovidos por las administraciones públicas como viviendas sociales. Eran barrios muy esponjados, con unas calles y unos espacios públicos más que razonables, con lo que soportarían bien los requerimientos actuales, aunque está claro que cada uno tiene sus singularidades.
¿Destaca algún caso concreto de este tipo de rehabilitaciones? Pues sí. El polígono de Vito, en Santiago de Compostela que se levantó en 1954 y que fue un proyecto de Cano Lasso. En los años 80 era un gueto de marginalidad y de droga. Ese barrio se rehabilitó en 1992 y ahora es uno de los más apetecibles de Santiago de Compostela y donde el precio de la vivienda ha subido de forma considerable. Hay un fondo verde fantástico y árboles a tres metros. Aquel barrio marginal tiene hoy tanto valor como cualquier calle del centro de Santiago de Compostela.
Cuando piensa en la rehabilitación de esos barrios de los 60, ¿tiene algún ejemplo asturiano en mente? Pues sí. En la ampliación de Mieres hay barrios significativos, barrios mineros de los años 50. También en Oviedo, en toda la zona que está más allá de la calle General Elorza y en otras partes de la capital asturiana.
¿Apostaba usted por la rehabilitación antes de que llegara la crisis? Sí. La verdad es que hacía tiempo que esto se veía venir. Es bueno aprender de lo que se ve al salir fuera de España. Siempre me llamó la atención Copenhague, una ciudad que está hecha desde hace mucho tiempo. Allí no se derriba por derribar y la ciudad se enriquece poco a poco.
¿Rehabilitar es darse una oportunidad? Debe entenderse como una oportunidad arquitectónica. No se trata de poner una venda a un edificio, una rehabilitación lleva una intención arquitectónica, nos guste más o menos. Rehabilitar es hacer arquitectura con mayúsculas y es tan importante como la obra nueva. No se trata de hacer una copia de lo que ya existe, sino de recrear una situación nueva, un contraste.
¿Y eso qué implica? Que al lado de un capitel renacentista puede ir una viga metálica. Hay que recrear las circunstancias y en arquitectura lo mismo. La arquitectura está al servicio de la vida y no al revés. Hay que partir de las necesidades humanas y de las leyes de la construcción. La arquitectura es fundamentalmente ley y orden porque es pública. Los arquitectos hacemos algo para la sociedad, no sólo para el cliente que nos contrata.
¿Qué quiere decir? Si pensamos que un edificio puede durar 60 o 70 años, tenemos que satisfacer las necesidades y los gustos para todos esos años. La arquitectura no es ningún vestido. Permanece, y eso le añade una dimensión muy particular, lo que pasa es que algunos van más al espectáculo que a la permanencia.
¿Desarrollará algún proyecto arquitectónico en Asturias? Ya me gustaría, pero no tengo ningún encargo.
¿Qué opinión tiene del Niemeyer avilesino? Hay muchas cosas que me gustan de ese edificio y una que me inquieta.
¿En qué sentido? Porque no puedo dejar de pensar en Brasil. Pero admiro mucho a Niemeyer.
¿La arquitectura es una de las damnificadas de la crisis? Podría serlo si lo que se vaya a hacer a partir de ahora se deja guiar por esta situación tan paupérrima. Con las enseñanzas debidas, la arquitectura no tendría por qué sufrir. Otra cosa somos los arquitectos, que sí somos unos damnificados de esta crisis. Nuestro trabajo, en comunidades como Galicia o Asturias, ha desaparecido en un 80%. La de arquitecto es una profesión arruinada, aunque eso no quiere decir que esa ruina la vaya a padecer la arquitectura. Las administraciones tienen que entender que las cosas tienen que costar lo justo, ni más ni menos. Lo más barato no puede ser la primera condición. A la arquitectura le viene muy bien la austeridad. Y si está bien hecha, hace más barato el resultado final.
Fuente:http://www.lavozdeasturias.es

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