jueves, 5 de julio de 2012

«Mi arquitectura quiere ser útil»

«Español de dimensión universal, cuya obra enriquece los espacios urbanos con una arquitectura serena y pulcra. Maestro reconocido en el ámbito académico y profesional, Moneo deja una huella propia en cada una de sus creaciones, al tiempo que conjuga estética con funcionalidad, especialmente en los interiores diáfanos que sirven de marco impecable a las grandes obras de la cultura y del espíritu». Así argumenta el jurado del Premio Príncipe de Asturias su decisión. Una decisión que suma el quinto arquitecto al palmarés de las artes y recupera el acento nacional que no se escuchaba en este galardón desde que en 2006 fuera premiado Pedro Almodóvar. Rafael Moneo (Tudela, 1937), el único español con el Nobel de la arquitectura, el Pritzker (1996), hacía mucho tiempo que había perdido la esperanza de entrar en la nómina de los 'Príncipes'. Así lo confesaba ayer, durante una jornada en la que no se despegó del teléfono, ni de los focos. «Estoy agotado, pero qué menos puedo hacer para agradecer lo que me está pasando».
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-Tantas veces candidato y favorito. Ya le tocaba, ¿no?
-Le aseguro que ya daba por hecho que nunca llegaría. Tal es así que cuando me ha llamado el presidente del jurado he creído que quería consultarme privadamente algún dato de alguno de los candidatos. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me dice, «que no, que no, que te llamo para decirte que tú eres el premiado». Vaya regalo de cumpleaños, y es que hoy cumplo 75.
-¿Es su cumpleaños? Enhorabuena, entonces por partida doble.
-Sí, el premio ha coincidido fortuita y maravillosamente con mi 75 cumpleaños, una edad que empieza a sonar con cierta rotundidad e importancia y, ya le digo, ha llegado justo cuando ya creía que se habían olvidado de mí. Qué gracia, además, cuando me han llamado estaba hablando con mi esposa de cómo podríamos celebrarlo. Y vaya celebración que está siendo.
-El jurado dice en su acta que su obra es serena y pulcra y que conjuga estética y funcionalidad. ¿Qué opina?
-Que me encantaría que esos adjetivos se correspondieran en verdad con mi trabajo. Lo cierto es que siempre he estado preocupado por la condición instrumental que un edificio tiene. Es cierto que la arquitectura está cargada de intenciones estéticas y de ideología. Se quiera o no, está impregnada de principios ajenos a su condición estructural, pero cumplir con los usos es para mí lo más importante. Mi arquitectura nunca ha querido ser imperiosa e imponerse a quien la usa. Lo que pretende, sobre todo, es ser útil.
-De usted no solo se destacan los grandes edificios sino también las grandes enseñanzas. ¿Está orgulloso de haber sido maestro de grandes arquitectos?
-Claro. Mi vida profesional está en paralelo a la condición de enseñante. Reflexionar y dar un soporte racional a la obra que se hace da consistencia al mundo de las ideas en la realidad. Por otro lado, investigar es una de mis pasiones.
-Todo está en crisis. También la arquitectura. ¿Su estudio lo ha notado?
-Se nota porque al final el cliente prefiere contactar con los grandes estudios y, sabe lo que va a pasar, que este oficio, tal y como lo conocemos, desde el punto de vista artesano, está en vías de desaparecer.
-De todas sus obras, ¿cuál es la niña de sus ojos?
-No quiero ser evasivo, pero he puesto siempre el mismo interés en todo lo que he hecho. Resolver un problema arquitectónico me aporta un orgullo especial, por ejemplo con el Museo del Prado, pero no por eso me siento más apegado a él. Sin embargo, le diré que me da cierta satisfacción hacer edificios que contribuyan a extender la vida de la ciudad, como la estación de Atocha o el Kursaal de San Sebastián.
-Defienda la idea de la arquitectura como un arte.
-Creo que las artes plásticas, el cine, la música... Todo impregna la arquitectura, que requiere como todas de una conexión intelectual; por otro lado, tiene otras obligaciones que le llevan a establecer aspectos específicos de un arte singular.
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Fuente:http://www.laverdad.es/

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