Acaba de sonar el pistoletazo de salida para los Juegos Olímpicos de Londres. Como en cada competición de renombre, han sido necesarios meses y meses de preparación y esfuerzo arquitectónico para tener las instalaciones deportivas terminadas. Sin embargo, la carrera contrarreloj de las constructoras no compite contra una modalidad de arquitectura ecológica y sostenible que está triunfando en todas las pistas, como demuestran los tres estadios que ocupan el podium de una arquitectura olímpica con conciencia verde.
El bronce y la plata han recaído en dos edificios caracterizados por su gran nivel de ahorro energético, el uso de materiales reciclados y la limpieza general de las obras que los levantaron.
El primero es el arco de 150 metros del Moses Mabhida, que domina con orgullo los cielos de la sudafricana Durbán. También se ha consagrado como símbolo deportivo distintivo de una de las ciudades que acogió el evento que marcaría una inflexión en la historia de la selección nacional: la Copa del Mundo de fútbol 2010. El Moses Mabhida se levantó para servir como sede donde se disputaron cinco partidos de la fase de grupos, uno de octavos de final, uno de cuartos y otro de semifinales. No obstante, su proyección de estadio multiusos cuando no era más que un conjunto de planos ha permitido a las asociaciones deportivas reciclarlo y convertirlo en actualmente en el escenario habitual de encuentros de rugby y atletismo.
Con una capacidad de 85.000 espectadores, la magnífica construcción obra de gmp se distribuye en seis plantas para mayor comodidad del público y facilitar la división entre los asientos de "patio de butacas" y la zona VIP. Pero más que por su capacidad organizativa, destaca por su conciencia con el entorno y su capacidad para aprovechar los materiales de los que disponían. Hasta 30.000 metros cúbicos del viejo estadio que fue demolido para levantar el actual fueron aprovechados en las obras, y la membrana que lo recubre parcialmente está diseñada de tal modo que permite filtrar las gotas de cualquier nube de tormenta que se abata sobre el campo y captar el 50% de la energía solar que recibe. Esta batería ecológica sumada a una instalación de ahorro de agua y el sistema de refrigeración ha contribuido a autosatisfacer las elevadas necesidades energéticas que demanda este titán arquitectónico, cuyo consumo, no obstante, se ha reducido notablemente gracias al uso de luz natural y a la abertura de más espacios de ventilación.
También se apuntó a la moda ecológica el cesped que se ha sembrado en el corazón de los aficionados: el del estadio Soccer City de Johannesburgo, que pisaron los galácticos de la selección española y que fue escenario de una noche memorable. La sede de la final de la Copa del Mundo de fútbol en el 2010 se levantó en los suburbios de Johannesburgo con un esqueleto que contenía un alto procentaje de fibra de vídrio, una alternativa ecológica al cemento o la fibra de aluminio. Aunque el proceso de construcción no fue el más impoluto de la historia dada la rapidez con la que había que terminar el proyecto, los 40.000 paneles de este material que se utilizaron redujeron la pérdida de energía un 40% en comparación a las placas de fibra de cemento.
No fueron los únicos movimientos ecologistas que se desarrollaron a la sombra de la competición internacional: la firma deportiva Nike confesó que habían empleado plástico reciclado de botellas de agua para crear el jersey que llevaron algunos titulares de las selecciones, incluidos el propio Ronaldo, Robinho y Ji-Sung.
Pero sin duda alguna, el Estadio Rectangular de Melbourne, en Australia, se lleva la medalla de oro como intento de conciliación entre el deporte y la ecología. La empresa Cox Arquitect se corona los laureles al haber diseñado este ingenio sostenible con capacidad para albergar hasta 30.000 espectadores.
La ingeniería ecológica que ha dirigido la construcción es la responsable del diseño de este estadio de techo abierto, cubierto parcialmente por un marco de paneles fotovoltaicos de estructura poliédrica que cuenta como ingredientes esenciales el cristal y el metal. Las amplias dimensiones de la superficie fotovoltaica permite abastecer energéticamente de sobra el sistema de iluminación que se enciende por la noche. La solista estrella de este concierto ecológico que cuenta en su orquesta con un sistema de filtración y aprovechamiento del agua de lluvia, huecos de ventilación y suficientes espacios abiertos como para iluminar las salas la mayor parte del día con luz natural, reservando electricidad y reduciendo el impacto contaminante en la atmósfera.
Pero son realmente los ánimos de la afición, el bramor y el calor que se cuece en las gradas, los que llenan de energía el aire y consiguen hacer vibrar el ambiente. La batería que revitaliza cada día el caparazón vacío de estos titanes de metal y acero.
Fuente:http://www.eleconomista.es/
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