domingo, 19 de diciembre de 2010

La mejor cara de Vitoria

La balconada de San Miguel acoge desde el martes una exposición sobre los miradores y su historia

Si los ojos, por aquello de ser el espejo del alma, son uno de los rasgos más destacados del rostro, para descubrir la cara más atractiva de Vitoria basta con elevar un poco la vista. Sólo así se aprecia uno de sus elementos más singulares, aquél que deja un recuerdo imborrable en la memoria de los visitantes y embellece su estampa en las postales.

Son los miradores, elementos arquitectónicos que salpican gran parte de las fachadas de la ciudad, de forma especial en la zona centro, convirtiéndola en una auténtica epidermis de vidrio y madera desde que en 1854 se construyera uno de los primeros en el número 32 de la calle Portal del Rey. Así lo descubre el arquitecto José Ramón Ruiz-Cuevas quien, junto con Quintas fotógrafos, son los artífices de la exposición 'Blancos por fuera, verdes por dentro', que a partir del próximo martes se podrá apreciar en la balconada de San Miguel.

Recoge el testigo de la muestra de las pasadas navidades dedicada a la obra del genial Olaguíbel, y está formada por una serie de paneles en los que, a través de fotografías, cuadros y textos, se arroja una visión histórica, divulgativa y ecológica de estas centenarias estructuras, nacidas con vocación medioambiental.

«Atrapan los fotones provenientes del sol y, debido al efecto invernadero, calientan el aire transmitiendo esa energía al resto del edificio, así ahorran calefacción y emisiones de CO2. Son verdes por dentro», explica Ruiz-Cuevas, que destaca así, además de su belleza, su funcionalidad. Cualidades que «debemos cuidar, admirar y difundir, porque son parte de nuestra ciudad y de nosotros».

Arquitectura bioclimática

No en vano, su origen se remonta al siglo XIX, cuando Vitoria modifica su tipología constructiva como reflejo del comienzo de la era industrial. Con las guerras Carlistas terminadas, la ciudad rompe su corsé medieval y se ensancha. Cambia las estrecheces góticas por solares amplios, con edificios que tienen huecos más grandes, con afán de dar luz y ventilación a las viviendas. Pero los huecos sólo podían agrandarse verticalmente y de esa forma surge la ventana balconera, el precedente del mirador, que no tiene nada que ver con la galería. «Ésta se caracteriza por una forma más longitudinal y horizontal», matiza el arquitecto en algunos de los textos que se podrán apreciar en la exposición. En ella también se recogen anécdotas como la petición en 1852 de una vecina, Concepción Ortiz de Zárate, para construir un mirador, aludiendo a otro que habría existido previamente en Los Arquillos. Su solicitud fue rechazada un año más tarde, curiosamente denegada por motivos estéticos.

Sin embargo, la moda se extendió y con diferentes tipologías ha llegado hasta nuestros días convertidos en ejemplo de arquitectura bioclimática, igual que el mirador de Ataria o el edificio del Centro de Estudios Ambientales. Todo un entronque con el patrimonio natural de la ciudad, que también se refleja en la muestra.

«La exposición aúna el patrimonio y lo 'verde' en la balconada de San Miguel, que ha sido recuperada en un intento de hacer el camino de vuelta, desde el Ensanche al Casco Viejo. La ciudad retorna a sus orígenes», alaba Gonzalo Arroita, gerente de la Asociación de Revitalización de la Ciudad Histórica.

Fuente: http://www.elcorreo.com

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