El Photomuseum de Zarautz acoge hasta el próximo día 16 de enero una muestra de imágenes captadas por Pedro Giménez, un fotógrafo inspirado desde hace quince años por las luces y sombras de la arquitectura payesa ibicenca.
LLEVA 35 años vinculado a Ibiza y quince fotografiando motivos relacionados con la arquitectura rural de la isla. Pedro Giménez, fotógrafo almeriense afincado en Madrid, se declara "atrapado" por las casas ibicencas, que reflejan una luz especial que le permite "jugar con la geometría, el volumen y las sombras". Una muestra de su trabajo puede contemplarse hasta el 16 de enero en el Photomuseum de Zarautz, donde Giménez acaba de inaugurar la exposición Muros en la luz.
El título condensa inmejorablemente la esencia del estilo de un fotógrafo que, sobre todo, fija su mirada en las paredes encaladas de las casas payesas y en cómo la luz incide sobre ellas. "Los muros de las iglesias también dan bastante juego, aunque me gusta moverme por toda la isla", explica. En sus instantáneas se aprecian detalles concretos de las construcciones aunque éstas aparecen mostradas casi como abstracciones.
"A veces meto algo de naturaleza, pero de manera simbólica, sin que tenga demasiada presencia. La verdad es que cada vez me voy desprendiendo de más cosas, y a veces pienso que las últimas fotografías que haga cuando termine este proyecto serán imágenes blancas, con alguna textura en alguna pared pero ningún otro elemento", afirma.
En blanco y negro
Los intentos por "salir de Ibiza"
Muros en la luz incluye un total de 34 tomas, y aunque la mayor parte de ellas son recientes, también hay algunas de los primeros años en los que Giménez comenzó a fotografiar en Ibiza. Todas, eso sí, son imágenes de negativo en blanco y negro, porque la técnica digital y el color los reserva en exclusiva para sus trabajos de publicidad. "Alguna vez he probado a fotografiar la arquitectura ibicenca en color y no funciona. Tiene que ser en blanco y negro", apunta. Según dice, hay tomas que le llevan mucho tiempo, especialmente porque debe esperar al momento preciso de luz.
También ha intentado "salir de Ibiza" y probar a capturar instantáneas en lugares que podrían tener una luz similar a la de la isla balear: Túnez, Almería, Grecia, Cádiz... Los esfuerzos, sin embargo, han resultado infructuosos. Él atribuye su dependencia de Ibiza a la familiaridad con la que trabaja allí. "Yo necesito que lo que me rodea sea familiar, porque eso me facilita mucho el trabajo. Me resulta muy sencillo moverme por allí porque llevo más de 30 años visitando la isla. Tengo un negocio de hostelería allí y suelo ir una o dos veces al año solo para hacer fotos. Después de diez días ya estoy deseando volver para empezar a mirar los contactos, positivar y ver cómo han quedado las imágenes. Es algo mágico", asegura.
También tiene algo de ritual el modo en que Giménez sale de caza. "Suelo empezar a fotografiar cuando amanece y no regreso a casa hasta que se pone el sol. A veces ni como, me alimento solo de lo que tengo a mi alrededor", explica. "Tengo amigos que me preguntan si voy a estar toda la vida haciendo estas fotos y yo respondo que no lo sé. Me lo paso bien, que es lo que pretendo, me gusta y la gente lo aprecia. Me siento atrapado por este tipo de fotos, pero atrapado de una manera agradable, sin connotaciones negativas", opina.
Giménez también practica otros tipos de fotografía. Ha hecho encargos de publicidad, portadas de discos y reportajes de viaje. Su cámara ha disparado en lugares como India, Nepal, Sudamérica, Sáhara, Senegal o Mauritania. "En esa clase de trabajos me interesa más la figura, el ser humano, que la arquitectura", sostiene. Su último proyecto ha sido un homenaje fotográfico al libro El lobo-hombre, de Boris Vian. En febrero, cómo no, regresará a Ibiza.
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