miércoles, 18 de enero de 2012

El legado de una época de esplendor

Muy cerca de la Catedral de Valladolid, una discreta reja de hierro cubre la entrada principal del Pasaje Gutiérrez, una de las joyas arquitectónicas de la ciudad que este 2011 celebra su 125 aniversario intentando no volver a caer en el olvido y el abandono en los que ha estado sumido durante gran parte de su historia.
El color y la decoración (molduras, columnas, esculturas, espejos, etc.) llenan esta peculiar galería comercial realizada en un estilo muy característico de la segunda mitad del siglo XIX, "un eclecticismo clasicista, con utilización de nuevos materiales como el hierro, el vidrio o la iluminación con lámparas de gas", explica Rosario del Caz, profesora titular de Urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valladolid.
Muy diferente de los edificios que lo rodean aunque con similitudes con otras construcciones vallisoletanas de la época, como la estación de trenes y el Mercado del Val, entrar por uno de los accesos del Pasaje Gutiérrez traslada al visitante a otra época, en la que la incipiente actividad económica llevó a la pequeña burguesía a querer disfrutar de un lujo hasta entonces reservado para las clases más pudientes.
Los dos pasillos situados debajo de sendos edificios y profusamente decorados convergen en una llamativa zona central, cubierta por una cúpula de cristal que da una gran luminosidad a este espacio, en el que destaca una escultura de Mercurio, el dios romano del comercio, y un pequeño balcón que sirvió en alguna ocasión como escenario para dar conciertos.
Del Caz señala que este tipo de pasajes comerciales surgió a principios del siglo XIX en París como nuevos espacios comerciales privados que algunos autores comparan con los salones burgueses, "un lugar donde ver y ser vistos, suntuosos y protegidos de las inclemencias, pensados como punto de encuentro para la pequeña burguesía".
Esta tipología se extendió por otros países europeos, con galerías tan importantes como las de Milán, Bruselas o Berlín, y llegó décadas más tarde a España, donde tuvo menos implantación. La de Valladolid es una de las pocas que se conservan en el país y fue promovida por Eusebio Gutiérrez, un empresario dedicado a las harineras, un sector clave de la economía local de la época.
Gutiérrez era el propietario de un edificio situado en la calle Fray Luis de León y de un solar cercano en la calle Castelar, y decidió unir ambos a través de un pasaje cubierto. Diseñado por el arquitecto Jerónimo Ortiz de Urbina, Del Caz señala que para hacerlo se reformó el primer inmueble y el segundo se construyó casi a la vez que la galería y ya con la entrada incluida.
Pese a la espectacularidad de la decoración, la profesora destaca que "parece más de lo que es" ya que "aparentemente es lujoso pero realmente se usaron materiales pobres, como el estuco, a los que se le dieron apariencia de nobles", algo que atribuye al mérito del arquitecto que, "con pocos recursos, creó un espacio interesante y agradable". Por ejemplo, toda la estructura es de madera, excepto la cúpula, que se construyó con hierro, un material que se estaba empezando a usar en ese momento.
Oportunidad de negocio
En la actualidad el Pasaje cuenta con varias cafeterías. | Ical
En la actualidad el Pasaje cuenta con varias cafeterías. | Ical
Del Caz comenta que seguramente Eusebio Gutiérrez planteó el pasaje "como una oportunidad de negocio ante la burguesía incipiente que había entonces en Valladolid" y aprovechando que era un momento de transformación de la ciudad porque se estaban tapando los ramales del río Esgueva y abriendo calles tan importantes como Regalado, Miguel Íscar, López Gómez o Constitución.
"Cuando se inauguró en 1886 generó una gran expectación, pero 30 años más tarde la mayoría de las tiendas ya estaban cerradas, y finalmente se terminó cerrando por varias causas", explica la experta en urbanismo, quien indica que, por una parte, realmente la burguesía de Valladolid "nunca fue muy boyante" y, por otra, el pasaje "queda un poco a trasmano" y "da a dos calles sin demasiada importancia, no muy anchas y que no son comerciales".
A este respecto, comenta que otras galerías que se construyeron en el siglo XIX tenían también una función de "comunicar dos zonas importantes, pero ésta no, es un sitio al que hay que venir expresamente". "Se decía que podía comunicar la Catedral y la Plaza Mayor, pero es un poco pretencioso", remarca Del Caz, quien aclara que ya se debieron dar cuenta de su poco éxito al poco de inaugurarlo porque antes de que acabara el siglo XIX sus promotores propusieron al Ayuntamiento ampliar la calle de atrás con el fin de darle más visibilidad y accesibilidad
Mercurio preside la plaza central. | Ical
Mercurio preside la plaza central. | Ical
Otra de las peculiaridades de la construcción vallisoletana es que no comunica dos calles paralelas como suele ser lo habitual y que además éstas están a distinta altura, lo que condiciona su diseño, en ángulo y con unas escaleras cerca de la entrada de Fray Luis de León que dan lugar al pequeño balcón.
Decadencia y recuperación
Todas estas circunstancias derivaron en que el Pasaje Gutiérrez finalmente fuera abandonado y permaneciera cerrado durante muchos años, lo que provocó su progresivo deterioro hasta quedar prácticamente en ruinas. En 1986 sus propietarios cedieron la propiedad de uso del paseo al Ayuntamiento a cambio de su restauración y en 1998 fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta. Después de varios avatares, finalmente fue restaurado en 1990 siguiendo el proyecto del arquitecto Ángel Luis Fernández.
Esta intervención le ha devuelto su antiguo esplendor y además ha sido muy respetuosa con el espacio diseñado originalmente por Ortiz de Urbina. Excepto las baldosas del suelo y los espejos situados en la parte de arriba de las puertas de los comercios donde antiguamente se encontraban los nombres de los negocios, el resto de elementos ofrecen la misma imagen que tenían cuando el Pasaje Gutiérrez se inauguró en 1886, aunque le falta algo de vida porque gran parte de sus locales comerciales están vacíos.
Fuente:http://www.elmundo.es

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